Casa

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JOAQUÍN
-Amor, no soy alguien que tenga pelos en la lengua para decir las cosas, así que lo soltaré de una.-Mamá Niu cerró los ojos con fuerza y soltó un suspiro antes de comenzar.-Juan le prohibió a Emilio estar cerca de ti, dijo que si no se alejaba te despediría.
-¿Qué? ¿Por qué? ¡Él no puede hacer eso!.-Me percaté de que mi tono de voz se había elevado un poco, así que intenté calmarme.-Yo solo quiero a Emilio...
-Lo se, corazón. Pero no todos pueden comprender un amor como el suyo.-La mujer de nuevo tomó mi mano entre las suyas.
-Si todos creen que mantener a Emilio lejos de mí es lo mejor, pues tal vez tengan razón.-Me separé despacio de su agarre y di media vuelta para volver a la planta baja.
-Joaquín...-Su contacto volvió a presentarse en mi brazo cuando me encontraba a media escalera.-Yo no soy como todos, sé lo feliz qué haces a Emilio.
-¡¿Emilio?! ¡Amor! ¡¿Ya llegaste?!-La voz de aquella chica castaña se hizo presente dentro de la casa, haciendo mi vida aún más imposible.
-Oiga señorita, ¿Pero que le pasa a usted? ¿Qué hace paseándome por mi casa como si fuera un mercado?-Aquella imponente mujer descendió haciéndome a un lado, colocándose frente a la chica.
-Niurka, perdóname. Lo qué pasa es que estaba buscando a Emilio, vi la puerta abierta y pensé que ya había llegado.-María tomó un tono blanquisco en la piel cuando Mamá Niu comenzó a hablar.
-¿Niurka? Oiga, primero entra a mi casa y después me tutea como si fuésemos amigas de colegio, no mi niña.-María se quedó en silencio, me miró rápidamente e hizo una mueca de asco.-Por cierto, ¿Ya saludó a Joaquín?
-Hola.-Soltó de mala gana, pero yo como buena diva que soy decidí colocarme a lado de Mamá Niu e imponerme también. Solo elevé una ceja y sacudiendo la mano, dije "Ah, hola".-Creo que debo irme, mamá Niu...
-¡Mamá, ven! ¡Tengo que contarte al...!-Emilio hizo aparición dentro de la morada, haciéndonos quedar a todos en completo silencio.-¿Joaquín? ¿María? ¿Qué hacen todos aquí?-Los ojos del ahora presente se agrandaron un poco, mientras que en mi sistema nervioso ocurría un total caos.
-Nada...Yo ya me iba.-Decidí escapar antes de que su mirada me envolviera de nuevo, este era mi adiós hacia Emilio y si no huía ahora, seguramente nunca lo haría.-Gracias por todo, Mamá Niu.
-Joaco...-Cuando pasé por su costado derecho, Emilio alcanzó a tomarme del brazo.
-¿Qué haces, Emilio? Deja que se vaya.-María habló desde mis espaldas haciendo que mi enojo creciera.
-Tu novia tiene razón.-Tomé su mano con la mía para alejarla, su contacto hizo que mi piel se erizara un poco.-Deberías dejar que me vaya.-Guiñé un ojo en dirección a la castaña y dejé que mi cerebro actuara por si solo llevándome dentro del auto.
Hoy se muere el Joaquín que todos conocen, no vuelvo a ser el juguete de nadie, me cansé de parar balas por gente que jala el gatillo.
Enseguida me dirigí al departamento de Uberto, según mis cálculos mañana en la mañana deberíamos de estar rumbo a Uruguay, pero no, sus planes están a punto de cambiar.
Al llegar y dejar el auto estacionado en su lugar, fue momento de subir y percatarme de que aquel hombre no se encontraba dentro. Enseguida tomé mi mochila para llenarla de las prendas que se encontraban regadas en el suelo de la habitación, me aseguré de empacar todo lo que había traído conmigo aquella vez.
Salí en busca de un taxi, pero la lluvia sobre mis ojos no me dejaba ver con claridad, por mi mente pasó la posibilidad de ir caminando y eso fue lo que hice. Las gotas de lluvia optimizaban mis pensamientos de alguna manera. Sin darme cuenta ya me encontraba fuera de mi casa, sí, mi verdadera casa, aquella de la que me habían sacado a la fuerza hace unos cuantos días que para mi resultaron años.
Me introduje con la ayuda de mis llaves y una gran sorpresa me lleve cuando encontré al padre de Emilio sentado a un lado de mi madre.
-¡Joaquín!-Mi mamá salió dispara del sillón en cuanto me vio y se lanzó a mis brazos.-Mi Niño, te extrañé tanto, ¿Cómo estás? ¿Te pasó algo?
-No mamá, estoy bien.-Solo podía acariciar su cabello, mientras dejaba que las lágrimas rodaran por mis mejillas.
-¡No lo puedo creer! ¡Volviste, estás aquí!-Renata apareció repentinamente haciendo a mi madre a un lado para abrazarme ella.
-Estoy aquí, Ren...-Susurré sobre su cabeza y me pronto sentí como su cuerpo llevó hacia el suelo.-¿Qué pasa? ¿Estás bien?
-Estoy bien...-Su cara de mantenía hundida en mi cuello, mientras ambos permanecíamos de rodillas, no sabía lo que estaba pasando en realidad.-Es solo que... Pensé que no te volvería a ver, tuve tanto miedo de perderte.
-Mírame, Renata.-Sostuve su pequeña cara con ambas manos y al mirar su rostro húmedo, sus ojos cristalinos e irritados, me di cuenta de que tengo que luchar por toda la gente buena que me queda, por todas las personas que amo y me aman también.-Yo siempre cumplo mis promesas, puedes estar segura de ello.
-Es bueno tenerte de vuelta en tu casa, Joaquín.-Juan Osorio palmeó mi espalda unas cuantas veces y la furia de la confesión antes escuchada me invadió.
-Gracias, señor.-No me giré ni un poco, por el contrario, seguí abrazando a mi hermana la cual no paraba de llorar aún.
-Llegas en un buen momento, muchacho. Acabamos de verificar que la carta de tu padre no es un documento oficial, no podrá llevarte con él.-Siguió hablando y yo comprendía lo que decía, pero no podía pensar de lleno en eso, estaba muy molesto.
-Es una gran noticia.-Me separé de Renata para colocarme de pie frente a él.-Es una fortuna que nos  ayudará, gracias.-Sonreí falsamente y él me devolvió la sonrisa, era como esa típica situación incómoda de la que quería escapar ya.-Ahora, si me lo permite... Necesito ordenar mis cosas, con permiso.
Renata me siguió hasta mi habitación, al pararme frente al marco de la puerta solo pude aspirar el aroma de mi habitación, extrañaba estar en casa, por lo menos aquí no podrían hacerme daño.
-¿Todo bien, hermanito?-Renata me abrazó por detrás, yo coloqué mis manos sobre las suyas.
-Todo bien, Ren...-Caminamos dentro de la habitación, abrazados aún.
Después de unas horas de estar acostados, solo existiendo para el otro, Renata se quedó dormida y mis lágrimas por fin pudieron escapar sin ser reprimidas, me juré a mí mismo que serían las últimas.
Adiós Emilio...

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