Inesperado

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JOAQUÍN
Mi corazón se volvió loco, latía como si fuese a salirse de mi pecho. Aventé mi teléfono hacia algún lugar de la cama y bajé por las escaleras con gran prisa, nunca había tenido tantas ansias de salir. Al abrir la puerta Emilio se encontraba forcejeando con Diego, sin notar aún mi presencia.
-¡Déjame, Carajo! ¡Joaquín tiene que bajar o yo subiré por la ventana!-Emilio gritaba arrastrando las palabras.
-¡Emilio, es suficiente, él no vendrá, ya vámonos! ¡Qué vergüenza que te vea en este estado, no seas necio!-Diego sostenía de la chamarra al rizado.
-¿Quieren pasar o van a seguir bailando aquí afuera?-Tuve que hacer notar mi presencia y enseguida ambos centraron sus miradas en mi.
Acto seguido abrí paso para que los dos chicos pudieran entrar a la casa, lo cual fue toda una misión imposible, ya que Emilio no lograba sostenerse por sí solo.
-¡Suéltenme, yo puedo solo!-En uno de sus forcejeos con Diego, Marcos salió disparado en mi dirección haciéndonos caer.
-Ya te gustó tirarme siempre, ¿No es así?-Solté una risa un poco ahogada debido a la presión que Emilio ejercía sobre mi.
-Tal vez ya me gustó tenerte por debajo de mi.-El rizado sonrió pícaro sin dejar de mirarme los labios, lo cual hizo que el calor de mi cuerpo aumentara.
-¡Por Dios, Emilio! ¡Deja de revelar sus intimidades aquí!-Los comentarios del asiático me hicieron caer en cuenta de que efectivamente, Emilio acababa de ventilarnos.
Valdés ayudó a Marcos a colocarse de pie, al igual que conmigo, pero seguía pareciendo mala idea, así que lo que resultaría más cómodo sería llevarlo arriba. El chico asiático y yo, nos encargamos de sostener a Emilio por las escaleras hasta llegar arriba, enseguida los hice pasar a mi cuarto, dejando caer el cuerpo del rizado sobre mi cama.
-Bien, ¿Y qué hacemos ahora?-Diego habló sin dejar de mirar a su amigo tumbado en el colchón.
-Debemos bajarle la borrachera.-Me levanté en busca de agua fría para aventarle a la cara, pero Diego fue más rápido que yo y me detuvo.
-Joaco, escúchame. Emilio nació borracho, a este wey no sé le quitará la borrachera hasta en la mañana, no lo intentes.-Me miró serio, esta vez no estaba bromeando.
-Bueno, ¿Y qué pretendes que haga entonces?-
-Bonito, ven aquí. Abrázame.-Emilio extendió sus brazos en mi dirección, pero yo no me inmuté ni un poco.
-Joaquín, ve por favor. No sabes cuanto tiempo me insistió que lo trajera, haz que valga la pena.-Diego me miró con cara de súplica juntando sus manos.
-Ah caray, como si yo lo hubiera obligado a venir.-Intenté parecer ofendido, pero no funcionó.
-Ay por Dios, no seas tan insensible. Ven.-El asiático me extendió la mano, para luego aventarme en dirección a Emilio, haciéndome caer sobre él.-¿Ahora quien está abajo, eh?-Diego río divertido.
-¡Diego, cállate!-Gritamos ambos al unísono.
Después de un rato de abrazar a Emilio con un poco de distancia y una sensación de extrañeza en mi cuerpo, Valdés encendió el televisor para poner una serie, un poco antes de las 09:00 de la noche Emilio ya se había quedado dormido entre mis brazos y sus ronquidos me lo comprobaron.
Por un momento logré desprenderme de mi realidad, hundiendo mis pensamientos en aquellas pestañas largas y oscuras, su piel perfecta...
-Joaco...-Los susurros de Diego me hicieron volver a la realidad.-¿Crees necesario que me quede?
-Puedes irte si quieres, estaremos bien.-Valdés apagó la pantalla y salió de la habitación.
-Los quiero, los veo mañana en la escuela.-Su comentario logró reanimar mi cerebro un poco, pero no lo suficiente, así que dejé que se fuera y volví a cerrar los ojos concentrándome en la persona a la que tenía entre mis brazos.
Me dispuse a dormir de una vez, no tenía sentido que me quedara despierto si después de todo, no necesitaba nada más en la vida.
Al cabo de unas horas Emilio me despertó diciéndome algo, pero él parecía seguir dormido.
-No voy a dejarlo, no lo haré.-Se movía tratando de liberarse de mi.
-¿De qué hablas, Emilio? No entiendo.-Creí que hablándole reaccionaría, pero no fue así.
-¡A Joaquín, papá, no voy a dejarlo, estoy harto!-La intriga volvió a despertar en mi, estaba rompiendo con todos los juramentos que me había hecho antes.
-¿Quien te obliga a dejarlo?-Comencé a acariciar su cabello, intentaba calmarlo.
-¡No me toques, Juan! ¡Tú eres el causante de todo esto, tú tienes la culpa, igual que María!-No sabía que hacer, ahora Emilio lloraba por mi culpa, no debí seguirle la corriente.
Me acerqué a sus labios y deposité un beso, un beso sincero, el beso que representaba un "Hasta luego", porque estaba decidido a que ésta no sería la última vez que besaría a Emilio, pero poco a poco.
Al parecer habíamos dormido un buen rato, porque los colores del amanecer comenzaban a colarse por mi ventana. Con un poco de esfuerzo, logré alcanzar mi teléfono y pude ver que la hora "7:00 a.m" era la responsable de que aquellos brillantes tonos, adornaran el cielo.
Me levanté para abrir la ducha y volver al martirio que sería ver a Andrés y no solo eso, si no también estar junto a Emilio y tener que hacerme tonto, como si no sintiera nada.
-Emilio... ¡Emilio!-Mi voz se elevó al ver que el rizado no se inmutó ni un poco.
-¡Ay!-Se despertó de un brinco mirando a todos lados.-Joaquín, ¿Qué haces aquí?
-Supongo que estoy aquí porque vivo aquí. Pero ya, métete a bañar, está lista el agua.-Me senté a su lado y coloqué un conjunto de ropa sobre la cama.
-Pero no tengo ropa... Ah, ya tengo ropa.-Se levantó y pronto lo tuve a centímetros de mi rostro.
-¿Puedo?-Dijo mientras deslizaba su dedo pulgar por mis labios y en realidad estuve a punto de caer.
-Debemos llegar temprano a la escuela.-Me separé tan pronto caí en cuenta de lo que estaba haciendo.

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