¿El amor?

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EMILIO:
Mi madre no tardó en abandonar la escena, dejándonos a María y a mi solos.
-¿Me puedes explicar qué fue eso?-La chica me tomó del brazo en cuanto notó que me dirigía a la sala.
-No se a que te refieres.-Me alcé de hombros y sin importarme su contacto, seguí con mi camino.
-No te hagas, sabes bien de lo que hablo. ¿De verdad querías que se quedara?-Mi fastidio crecía a medida que sus palabras salían.
-Estoy un poco cansado, ¿Quieres acompañarme o pretendes seguir reclamándome toda la noche?-Continúe mi camino y por supuesto, ella me siguió.
Decidí cambiar de dirección e ir directo a mi cuarto, me parecía mejor idea recostarme en mi cama mientras mirábamos algo en la televisión y con suerte me quedaría dormido.
-¿Quieres ver algo?-Lancé mi mochila dirección al suelo y tomé lugar sobre el lado derecho de la cama.
-En realidad no me importa, solo quiero estar contigo.-Hasta cierto punto sabía que ella no tenía la culpa de todo lo que estaba pasando, me pareció muy dulce que dijera eso e hiciera que me olvidara de lo insoportable que podía llegar a ser.
Encendí el televisor y enseguida ella tomó lugar sobre mi pecho, la sensación era extraña, me había acostumbrado a tener sobre mi una cabellera rizada y un tanto corta.
Una comedia romántica fue la ganadora al reproducirse frente a nosotros, unos minutos después comenzaba a quedarme dormido debido al cansancio y todo lo horrible que había estado el día.
De pronto sentí las manos de María acariciar mi miembro, acción que me hizo saltar en mi lugar.
-¿Qué... qué haces?-Mi voz entrecortada hizo que me mirara de manera pícara.
-Ya necesitaba esto.-Sonrió de forma amplia, yo cerré los ojos un segundo mientras tragaba duro y al abrirlos ella ya se encontraba sobre mi.
Me besó sin dejarme reaccionar, sus manos ya acariciaban mi torso por debajo de la camiseta, apreté los ojos lo más que pude y me dejé llevar por el momento, yo sabía que iba a pasar un rato teniendo que hacer esto, aunque era cruel, tendría que acostumbrarme.
Acaricie su cintura pequeña, mientras ella hacía lentos movimientos de cadera que aún así no lograban encenderme del todo, así que tuve que recurrir a mis recuerdos, la imagen de Joaquín bajo mi cuerpo, su torso desnudo, mis besos sobre su pecho, su cuello, sobre sus labios; fue un recurso que sin duda funcionó aunque tuve que apretar mis labios contra los de María para evitar que el nombre de aquel chico rizado, saliera de mi boca.
María, al percatarse de que su cometido había tenido éxito, se despojó de su blusa y extendió la mano para buscar un condón en alguno de los cajones de mi buró.
Cuando por fin lo encontró, se deshizo de mi pantalón hasta dejarlo sobre mis rodillas, ella hizo lo mismo con el suyo, mi cuerpo estático no me permitía hacer más que observar como me colocaba el preservativo y después besaba mi abdomen subiendo hasta llegar a mi boca.
Las caricias que yo repartía por su espalda hacían que ella soltara pequeños jadeos suprimidos al morder sus labios.
Cerré los ojos y dándole una vuelta brusca, dejé su pequeño cuerpo bajo el mío, fue mi turno de tomar el mando de la situación. Comencé besando su abdomen, subiendo hasta su busto, el cual no me atreví a mirar una vez que se encontró desnudo, me parecía extraño no besar un pecho relativamente plano y delimitado por pequeñas líneas. Seguí mi camino hasta llegar a su boca, mordí sus labios con tanta desesperación que ella no hizo más que gemir un poco. Con ayuda de mis experiencias pasadas logré el objetivo de llenar el pequeño instrumento de látex con mis residuos humanos, así que prontamente salí de ella dirigiéndome al baño para tirar el condón.
Pero al mirarme al espejo, no pude hacer otra cosa más que darme asco "Eres un idiota, un maldito estúpido, ¿Qué acabas de hacer?" mojé mi rostro para despejarme de mi culpa por un momento. Al regresar a la cama, pude notar que María ya se encontraba dormida, coloqué una sábana sobre ella y me coloqué de vuelta mi ropa interior, una vez tumbado en mi cama, me dispuse a dormir.
JOAQUÍN
Fue inevitable que mi llanto siguiera saliendo, ya que sería la última vez por lo menos me desahogaría con tranquilidad.
Escuché que Renata se movía un poco, rápidamente cerré los ojos suplicando que no haya escuchado mi llanto.
-¿Joaquín? ¿Estás despierto?-Sentí su mirada unos segundos y después sus dedos sobre mis mejillas húmedas.-Ay Joaquín... Saldrás de esta, yo estaré aquí siempre.-Depósito un beso en mi mejilla en su creencia de que yo dormía aún, acto seguido sentí sus manos rodear mi cintura y finalmente me sentía seguro después de tanto, así logré quedarme dormido.
A la mañana siguiente desperté debido al frío que proporcionaba la falta del cuerpo de mi hermana, me quedé unos minutos pensando en lo que venía a partir de ahora. Comenzaba a sentirme un poco ahogado en mis propios pensamientos y decidí bajar.
-¿Has hablado con Emilio?-Habló mi madre en cuanto me escuchó bajar las escaleras.
-Eh... Sí, sí he hablado con él.-Mi nerviosismo era evidente, así que mi progenitora junto con mi hermana, me dedicaron una mirada fulminante.
-¿En serio? Porque entonces no entiendo la razón de que estuviera llamando toda la mañana.-Sentí un frío recorrer mi espalda.
-No sé que es lo que quiere, pero después le llamo.-Me dirigí a la cocina en busca de un poco de leche.
-¿Por qué no le llamas ahora? Así te quitas de la duda.-La señora Elizabeth era persistente, así que decidí ignorar su comentario.-Además, mañana regresas a clases y es bueno que sigas teniendo a un amigo cerca.
-Si mami, ya te dije que al rato le llamo.-Me dejé caer en el sillón junto a mi hermana.
Mi tarde pasó de lo más familiar, desde que me desperté hasta las 7:00 de la noche, estuvimos viendo películas y riendo de tonterías. Pero mamá tenía que seguir con los trámites legales y aviso que no volvería pasando la media noche. Por otra parte, Renata decidió pasar el último día de vacaciones con su amiga Constanza, aunque insistió para quedarse conmigo la terminé convenciendo de que fuera.
Comenzaba a planear mi vida después de terminar con Andrés, después de despedirme de Emilio, no le di una explicación y antes habíamos hablado de lo mucho que le aterraba que alguien se fuera de su vida y yo prometí no hacerlo nunca. Estaba tranquilo porque así estaría mejor, pero como siempre Emilio es el tipo más inoportuno, yo no podía tener más mala suerte, sentí que el mundo se me venía encima en cuanto vi su nombre en mi celular como llamada entrante.
-Hola...-Respondí temeroso.
-¡Joaquín ábreme!-Me quedé helado al escucharlo, mientras que de fondo se escuchaba  que mantenía una pelea con Diego "Vámonos, Emilio, no es buena idea" "¡Déjame, yo quiero quedarme hasta que Joaquín venga por mi!"

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