Capítulo 48

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Era la mañana después de navidad, todos los Bronte se encontraban descansando, a excepción de la pelinegra, quien había sido despertada por su perro, quien se mantuvo con ella después de despertarla. Gaia miraba el techo, pensando cómo les diría a sus padres que le habían propuesto irse a vivir a la torre y que aceptó la oferta. Tenía la gran sospecha de que su padre se interpondría, pero buscaría la manera de hacerlo aceptar.

Un ruido del pasillo la distrajo de sus pensamientos. Escuchó como su madre bajaba las escaleras y se dirigía a alguna parte de la planta de abajo. La pelinegra se levantó de su cama y se dirigió hacia el primer piso, seguida de su fiel compañero perruno. Al bajar, se encontró con su madre viendo el interior del refrigerador.

-¿Hambre?-preguntó la pelinegra recargándose en el marco de la puerta. Cecilia se sobresaltó al escucharla, pues no había notado que su hija menor estaba ahí.

-Si ya son casi las diez, obvio que el hambre está atacando-dijo su madre de buen humor. -¿Quieres que te haga desayuno?-

-Bueno-respondió sin más la pelinegra. Cecilia daba vueltas por la cocina tomando todo lo que necesitaba y la joven supuso que planeaba hacer hot cakes.

Gaia decidió que el mientras desayunaran hablaría con ellos, pues no había mejor de convencerlos que estando feliz porque comen. Así que esperó a que todos estuvieran presentes. Al cabo de un rato, Cecilia llamó a todos a desayunar, y fue ahí donde los nervios de la joven se dispararon. Sentía que le apretaban del cuello debido a los nervios de la posible discusión que iniciaría.

Cuando estuvieron todos juntos desayunando, la ojiazul no supo qué hacer, en qué momento hablar o como plantearlo, se estaba poniendo demasiado nerviosa para lo que realmente sucedía, pero conociendo como eran sus padres, tal vez hicieran un escándalo.

-¿Sucede algo?-preguntó Cecilia. La mujer miraba atenta a su hija, y la notó demasiado tensa.

-¿Por qué lo preguntas?-Gaia no sabía que decir, solo intentaba alejar los nervios por un momento.

-Tus ojos han cambiado de color varias veces en lo que llevamos sentados-respondió Cecilia. La madre de la joven había presenciado el constante cambio de color de los ojos de su hija, lo que le advirtió que algo malo pasaba. Por otra parte, Gaia no sabía que responder ante aquello, pues no había pensado en que sus cambiantes ojos podrían delatarla.

-No, nada-contestó, para después llevarse un trozo de hot cake a la boca.

-¿Segura?-insistió la mujer.

-Tengo algo que decirles-confesó Gaia, soltando un suspiro.

-¿Cuántos meses tienes?-preguntó Greg, mirándola fijamente. A Gaia casi se le salían los ojos ante la insinuación de su padre acerca de estar embarazada.

-¡¿Qué?! ¡No!-dijo rápidamente la joven. Sus padres y su hermana rieron ante la reacción de la pelinegra.

-¿Entonces?-preguntó Greg.

-Me han propuesto irme a vivir a la torre de los vengadores-soltó sin más. Justo en el momento que terminó de decir aquello, cerró los ojos con fuerza, esperando el regaño, pero este nunca llegó.

-¿y qué decidiste?-preguntó Cecilia. La ojiazul abrió los ojos y miró a su madre.

-No lo sé-

-Me parece buena idea-dijo Greg- podrás aprender a valerte por ti misma-

-¿Por qué siento que me están corriendo?-dijo con todo divertido.

-Nada de eso-dijo Cecilia- solo que ya estás en edad de decidir lo que tú quieres-

-¿Entonces no se oponen?-preguntó incrédula.

Mystic: The little AvengerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora