Al despertar, notó que el cielo se encontraba oscuro, por lo que tomó su celular para ver la hora, y este marcaba las tres de la mañana; aparentemente la pelinegra había terminado durmiendo todo el día. Se sentó en la cama, sin mucho ánimo y bajó las escaleras de su casa para buscar algo de cenar, a pesar de la hora que era. Al abrir el refrigerador, Gaia encontró un plato con carne y verduras, y eso fue exactamente lo que cenó.
Se hallaba sentada en uno de los bancos de la barra de su cocina, cuando sintió su pie mojado. Rookie había lamido su pie descalzo para llamar su atención. La pelinegra rio al ver al arrugado perro sentado al lado de ella, con la mirada fija en la porción de carne que había tomado del plato.
-¿Qué tú no duermes?-le preguntó la joven a su mascota. El can solo ladeó su cabeza, como si intentara entenderle. Gaia rio y le dio un poco de la verdura que había en su plato-no pienso darte carne- La ojiazul miró cómo después de terminar con las verduras, Rookie regresó a su cama, la cual se encontraba al lado de las escaleras.
Cuando por fin terminó con su cena, la pelinegra subió a su habitación y se recostó con el fin de dormirse nuevamente, pero el sueño se había disipado por completo, haciéndola dar vueltas por su cama. Llevaba una hora dando vueltas, por lo que decidió tomar ropa de deporte y salir de su casa. Para Gaia ya se había hecho costumbre el ejercitarse cuando no podía dormir, pero en la torre no necesitaba salir de ahí, sino solo bajar unos pisos y entrar al gimnasio. La pelinegra tomó unas mallas color negro y una blusa de tirantes gris, sus tenis favoritos y bajó las escaleras para dirigirse a la cocina y tomar una de las botellas y llenarla con agua.
Al tener todo listo, la joven dejó una nota en el refrigerador por si su madre se despertaba y no la encontraba en su habitación, posteriormente salió de la casa sin un rumbo fijo. La oscuridad aún abundaba a aquella hora, pues no eran siquiera las 5 de la mañana, por lo que las estrellas todavía eran visibles. El vecindario seguía igual, salvo que unas casas estaban pintadas de un color distinto al que tenían cuando se fue. Gaia se colocó los audífonos y le subió a la música para poder disfrutar de su recorrido.
La pelinegra había terminado decidiendo ir hasta Central Park como acostumbraba a hacer antes de irse a la base de los vengadores, pero esta vez lo iba a hacer corriendo. Los edificios aparecían en su campo de visión con el tiempo; las pantallas que en ellos había brillaban demasiado por la oscuridad que seguía cobijando a la ciudad. Le tomó cerca de media hora llegar hasta el parque, para ese momento, la joven se encontraba sudando a más no poder, pues pese a que apenas comenzaban a salir los primeros rayos de luz, el calor ya estaba presente desde temprano.
Gaia caminó tranquilamente por el parque, hasta que se detuvo en un pequeño lago que encontró y decidió sentarse en el césped, a la orilla del agua. La luz del sol aún era escasa, pero le agradaba estar en esas circunstancias en ese momento. A pesar de la oscuridad, ya había personas ejercitándose o paseando a sus mascotas, por lo que el parque no se encontraba solo. La pelinegra estuvo en aquel lugar por alrededor de diez minutos, pero decidió seguir paseando por el parque. Caminó hasta una de las partes más concurridas del lugar, ahí se encontraban bastantes personas haciendo ejercicio o con sus perros, por lo que volvió a sentarse en el césped, observando.
Nadie se percataba de la identidad de la joven, lo cual le agradaba, pues no sabía que reacción podría haber en los que ahí se encontraban. A unos metros de ella se encontraba un hombre de apariencia joven jugando con su perro. El can corría cada vez el chico tiraba el frisbee lejos de ellos. En uno de los tiros el objeto cayó a centímetros de la pelinegra, por lo que el perro se acercó a ella para tomarlo.
-Hola bonito-le habló Gaia a la mascota del chico. El perro movió su cola de manera rápida al escuchar a la pelinegra. Este se puso frente a ella con el frisbee en el hocico, pero después dejó caer el disco sobre sus piernas-así que quieres que yo lo lance-dijo con una sonrisa. La pelinegra lo tomó y lo tiró lejos.
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Mystic: The little Avenger
Hayran Kurgu"Todos estamos destinados a hacer grandes cosas, pero hay personas que tienen un destino más grande, y a la vez más difícil." Gaia era una chica fuera de lo común, pues a la tierna edad de 4 años, se dio cuenta de que tenía poderes, pero para no lla...