XVI ¿Celos?

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"El abismo y la locura, el paraíso y la dulzura. Tus ojos me muestran ambos, mientras nuestras miradas se cruzan y mi corazón late. Aunque si es por temor o placer, lo desconozco."            

A. B. Remeny


En medio de la bruma y el canto de los animales nocturnos, un hombre joven miraba al espacio enfrente suyo.

Parado con vaga elegancia en el balcón del tercer piso de una pequeña posada, su largo cabello estaba peinado con esmero en una media coleta, con diminutas cadenas de oro y plata adornando la caída del mismo, como si se tratara de lágrimas doradas y blancas cayendo a muy lenta velocidad. Las capas de ropa elaborada y de complejos bordados, enmarcaba un cuerpo delgado y ocultaban los músculos ágiles y bien definidos.

Hoy debían llegar a la capital del imperio Yun, así que aquel cultivador de sangre fría, había cambiado su aspecto al del joven erudito del imperio vecino.

Pero ninguna tela o joya podía disimular las sombras en esos ojos azules.

Jiang Cheng mantuvo la vista en las lejanas montañas, la pesada sensación que el destino traía consigo, atormentándolo hasta alejar cualquier atisbo de cansancio a pesar de las pocas horas de sueño obtenidas, sus pensamientos retornando sin parar al encuentro con Sandu.

Cuando volvió al campamento, Luo Shen se encontraba en una orilla acomodando el equipaje en uno de los carruajes, inconsciente de que regresó sin Jiang Cheng a su lado. Y no solo sus sirvientes, todos ahí creían que se había ido por una o dos horas, cuando en realidad, Jiang Cheng había estado más de media tarde hablando con su espada.

Se frotó la sien en un gesto cansado.

Desde que abrió los ojos en aquel extraño espacio en blanco, justo después de ser asesinado, se había preguntado una y otra vez qué clase de entidad tendría el poder de concederle su venganza.

¿Una extraña voz dispuesta a darle las armas y herramientas para asesinar de forma indiscriminada?, ¿una con el poder de alejar el manto de la muerte no solo de él, sino de cada persona involucrada y que, al parecer, podía controlarlos lo suficiente para ocultar la conversación en el bosque? No era estúpido, era imposible siquiera pensar que aceptar un trato así, no conllevaría un precio enorme.

Y creyó que lo comprendía, se castigó por ello.

<< - ¿Por qué darme la oportunidad ahora? - había preguntado furioso a Sandu, quien solo lo miraba impasible -¿Qué lo hace diferente a cuando destruyeron mi clan por primera vez o cuando asesinaron a mi hermana?

Sandu solo ladeó un poco la cabeza, como si la respuesta fuera obvia.

- Antes no fuimos obligados a ir en contra de nuestros amos>>

Jiang Cheng bufó un poco mientras su puño se apretaba alrededor del dije de madera, ahora gastado y un poco roto de un delicado borde.

--- Como si explicara algo --- gruñó al aire.

Le dolía admitirlo, pero tenía bastante sentido a pesar de sus palabras.

Cuando los perros Wen atacaron el muelle del loto, sus padres fueron asesinados por algún desconocido, con su padre atravesado por su propia espada solo después de morir. Su hermana había muerto a manos de algún cultivador sin nombre y Suibian se selló a si misma después de la muerte de Wei Wuxian.

Solo BaiHe, en medio de una lógica retorcida, usó aquellas armas en su contra, asegurándose de que cubrir cada una con la sangre de su portador.

Eso, al parecer, fue el catalizador para la situación que enfrentaban.

Renacimiento del loto blancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora