Fin del primer arco: Peón come caballo negro, reina blanca se retira.

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La noche transcurría entre sueños y recuerdos dentro del palacio imperial Baixue*. Pasarían una semana entre debates, interrogatorios y disputas dentro de la corte, intentando encontrar al perpetrador del ataque ocurrido en el jardín interno del palacio.

Al final, nadie tenía una respuesta clara, con algunos defendiendo la inocencia del primer ministro o cuestionándola, sospechando de algún enemigo en las sombras o temerosos de señalar al emperador Yun como un posible sospechoso.

Emperador, que solo podía pasar sus noches colándose en la habitación del erudito herido, vigilando su sueño y a la espera de verlo despertar.

Y mientras cada pequeño asunto era tratado en el palacio, muy lejos de ahí, un carro transportaba paja seca a través de la frontera entre ambos reinos, con el cuerpo inconsciente de un hombre delgado y sucio, oculto entre la áspera y fragante carga.

El conductor bajó un poco más el sombrero raído para ocultar mejor sus rasgos.

Paso a paso, ciudad tras ciudad, el conductor siguió su camino hasta que, en medio de la soledad de un prado, el carro tomó un desvío poco transitado, adentrándose en las montañas, hasta llegar a un laberíntico sistema de cuevas dentro de la montaña más grande y cuya entrada, se mantenía oculta por la maleza y una cascada de gran altitud.

Una vez en el amplio espacio, en lo más profundo del lugar, el hombre detuvo el carro y desmontó.

Yue Lan se quitó el sombrero de paja y la ropa de campesino, cambiándose sin saber, a una túnica idéntica de la que había sido alguna vez su secta de nacimiento. Mientras tanto, su hermano menor observaba con curiosidad su "carga".

--- ¿Qué ocurrió? ¿Quién es él?

--- Alguien descubrió el ataque al emperador Yun.

Yue Qiu, con esos enormes ojos expresivos, miró a su hermano mayor mientras este sacaba al hombre apestoso y desaliñado del carro, llevándolo con si fuera un saco de arroz hasta a las celdas.

No entendía bien que había ocurrido pero Yue Qiu sentía mucha lástima por "el saco de arroz". Si había interferido con los planes de la joven ama, solo el infierno le esperaba.

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Yao estaba en el feliz mundo de la inconsciencia cuando un balde de agua helada y con un olor desagradable, lo despertó de golpe.

--- ¡Pero qué...!

Jadeando y mirando a su alrededor frenético, una parte pequeña en él se quejó ¿Por qué todo el mundo lo despertaba siempre arrrojándole agua encima? ¡Podrían solo agitar su hombro o hablarle por su nombre, maldición! ¡¿Es que acaso nadie entendía que estaban a inicios del invierno, cuando la temperatura era cada vez más baja?!

Renacimiento del loto blancoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora