𝐓𝐖𝐄𝐋𝐕𝐄

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Eunsan ; Goodbye... My world.
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Sus ojos estaban cubiertos de lágrimas, el dolor era tan fuerte e inexplicable que apenas si podía respirar. Su cabello negro que siempre estaba perfecto, ahora estaba desordenado y opaco. Su aspecto no era el mejor, tenía su ropa arrugada y parecía que había tomado lo primero que vió en su armario. Sus ojos estaban rojos e hinchados como dos uvas y su sonrisa... Su distintiva sonrisa ya no existía, se había esfumado junto con su felicidad y sus ganas de seguir existiendo. Así era, sólo existía, pocos viven cuando pierden algo que quieren demasiado.

( Aún no... Aún no lo pierdes... Él sigue ahí, luchando por sí mismo. )

Sanha llevaba casi un mes internado en aquel hospital y todo había sido por su culpa, o eso decía todo el tiempo. Los demás habían intentado consolarlo, pero no lo consiguieron, ni siquiera podían consolarse a sí mismos por aquel desastre.

Dongmin y Sanha habían asistido a un evento y a la hora de regresar con los demás, el menor insistió en ir del lado de la ventana izquierda. Dongmin sólo sonrió dejándolo entrar, pero no esperaba que un auto impactara contra el lado del que Sanha iba. Desde entonces no dejaba de culparse, de mirarse al espejo maldiciéndose a sí mismo, perdió todo rastro de felicidad aquel día y ya no la recuperaría. El doctor entró nuevamente a la habitación del castaño para ver si habían avances. Dongmin sólo esperaba que cuando el mayor saliera le diera una buena noticia, quería poder ver al menor sonreir nuevamente, oir su voz, poder abrazarlo... Poder confesarle sus sentimientos por él. No lo veía como un amigo, lo amaba demasiado como para ser un sentimiento de amistad... Aquel tierno chico se había convertido en su mundo en cuanto se conocieron.

El doctor salió y rápidamente se levantó de su asiento para recibir la información, pero nuevamente, la expresión facial del mayor revelaba muchas cosas.

— Lo siento mucho pero... No hay avances. No hay ninguna buena noticia que pueda darte. — Las lágrimas atacaron su rostro, pero no le gritó, ya era costumbre oir esas palabras. — Yo... Creo que ya es hora de desconectarlo.

Su mente se nubló. ¿Desconectarlo? ¿Cómo podría hacer algo así? Eso significaría dejar ir su mundo entero, si Sanha se iba, su felicidad y todo su ser se irían con él. Pero, ¿qué más le quedaba hacer? Un mes ahí dentro y no había sucedido nada... Era hora de despedirse de su amado. Luego de firmar los papeles, pidió un tiempo a solas con el joven, con aquel cuerpo que por más que respirara, no tenía vida si no podía sentir nada, su cerebro estaba destruido.

— Hola beagle. — Habló. Su voz se oía quebrada y las lágrimas amenazaban con salir. — He pasado mucho tiempo aquí... No he tomado una ducha hace días. — Rió levemente, pero al ver el rostro del menor, no pudo contenerlo más y rompió en llanto. — ¡Sanha, sólo quiero que despiertes! ¡Abre los ojos de una maldita vez, te lo suplico! — Su voz se quebró por completo y calló de rodillas junto a la camilla del menor, mientras sostenía su mano. — Sanha... — Susurró — Estoy enamorado de ti... Pero supongo que es hora de dejarte ir... No puedo ser egoista. Se que sufres estando así y los chicos también... Pronto me iré contigo, pero por ahora... — Se levantó y se aferró al cuerpo delgado del menor. — Adios... mi mundo. — Besó aquellos labios que tanto deseaba y se alejó, se alejó dejando a su mundo irse.

𝐎𝐍𝐄 𝐒𝐇𝐎𝐓𝐒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora