𝐅𝐈𝐅𝐓𝐘

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Eunsan ; Angel or Devil.
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Dongmin estaba totalmente perdido en los brillantes ojos de su paciente, quien estaba detrás de ese cristal enorme. Era tan complicado descifrar qué se escondía tras ese lindo rostro. Yoon Sanha parecía ser un ángel; era una belleza, su ternura cautivaba a cualquiera y se comportaba de una manera extremadamente tierna con el peli-negro. El problema eran sus antecedentes. El joven peli-gris había sido culpable de más de treinta asesinatos y casi veinte heridos. Mataba a sangre fría y si no sentía ganas de hacerlo, dejaba a sus víctimas agonizando y llamaba a una ambulancia de forma anónima. No sentía remordimiento, sólo sonreía con su típica ternura que guardaba a un monstruo totalmente desenfrenado. Pero con Dongmin era distinto, Dongmin era especial y su juguete favorito, jamás lo desecharía de tal modo.

Aquel día Dongmin entró como siempre a su cuarto, donde él estaba encerrado y custodiado por guardias. No podían encarcelarlo o darle pena de muerte, padecía de una enfermedad mental y jamás había sido tratado, por lo tanto todo era culpa de aquella enfermedad y no del joven. Dongmin se sentó frente a este y el menor sonrió, pero esta vez su sonrisa revelaba otro tipo de intenciones a las habituales. No quería demostrarle ternura como siempre, quería algo más. Sanha se inclinó un poco hacia él, casi trepando desesperadamente sobre la pequeña mesa de metal que los separaba el uno del otro. El peli-negro siempre pedía que se los dejara totalmente a solas, después de todo, Sanha estaba atado y sin ningún tipo de arma consigo.

— Hyung, se ha portado muy mal. No vino a verme durante una semana. — Dijo, haciendo un pequeño puchero.

— Es que he estado enfermo, lo siento mucho Sanha. — Apenas si controlaba sus impulsos, pero trataba de verse relajado.

— Hyung, merece un castigo. ¿Cree poder soportarlo? — Dijo, cruzándo la mesa y sentándose en el regazo del mayor.

— Sanha, esto no está bien y lo sabes, tú no eres capaz de... — El menor tapó la boca de Dongmin con sus codos.

— No lo digas, esas son mentiras. Todos dicen lo mismo, pero sin embargo yo sé que no es la verdad y tú también lo sabes. — Bufó. — Yo sí puedo sentir amor.

— Demuéstramelo. Cambia por mí si tanto amor dices tenerme. — Dijo el mayor.

— Suéltame y te lo demostraré. — Dijo Sanha, uniendo su frente con la del peli-negro.

Dongmin lo soltó, estaba prohibido pero de todos modos ya había infringido una norma al haberse involucrado de forma romántica con su paciente. El menor movió sus manos y sus dedos, como si tratara de sentirse a sí mismo y lograr saber si aún podía moverse. Observó a Dongmin, el mayor era muy sumiso y siempre caía ante sus encantos, así fue como consiguió que le llevara un pastel para su cumpleaños.

— ¿Prometes lealtad? — Cuestionó Sanha. A esas alturas ya se había dado por vencido, debía admitir que estaba totalmente enamorado de aquel sumiso chico tan atractivo.

— Lo prometo. — Habló el mayor, quien mantenía sus manos sujetas a la silla de metal.

— Te odio tanto. — Dijo, haciendo que el corazón de Dongmin se estrujara. — Eres tan malditamente perfecto que no puedo controlar este horrible sentimiento dentro de mí cada vez que te veo, que asco... Pero uno no puede privarse de complacer los deseos de su cuerpo de vez en cuando.

𝐎𝐍𝐄 𝐒𝐇𝐎𝐓𝐒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora