𝐓𝐖𝐄𝐍𝐓𝐘 𝐄𝐈𝐆𝐇𝐓

430 39 1
                                    

━━━━━━━━━━━━━━━━━━
Eunsan ; Goodbye.
━━━━━━━━━━━━━━━━━━

Nos hicimos mucho daño, no podíamos seguir engañándonos de aquel modo, lo nuestro no tenía futuro, ¿verdad? Hice lo correcto al dejar ir una relación como la nuestra. Mi corazón y cada parte de mí te extraña, pero no desea volver a tu lado y ser herido, es muy frágil y sincero como para seguirse destruyendo. No quise llorar, quise ser fuerte, pero no comprendía cómo es que pudimos acabar así después de tantos recuerdos, promesas, amor... De nada valió intentar si sabíamos que nada iba a salir bien, sabíamos que corríamos el riesgo de salir heridos, pero aún así lo hicimos. Te entregué lo mejor de mí, pero me equivoqué, fue un grave error esperar lo mismo a cambio, ¿no? Que idiota. ¿Por qué pensé que lo nuestro sería mejor que de película? Abracé mis esperanzas y sueños con fuerza, negándome a aceptar la cruel realidad que abrumaba mis pensamientos y mis sueños. Era una rutina, ya no había amor, o al menos no parecía haberlo en ti. Mis ojos se dejaban llevar por el sentimiento de dolor en mi pecho y empapaban todo mi rostro con desesperación, buscando un refugio en el llanto más profundo y sonoro. El amor es como una rosa, la ves hermosa y frágil; tan inigualable y deseable a los ojos; tan linda y brillante. Pero cuando la tomas, sientes las espinas en tu mano; sientes que el dolor quema tu cuerpo poco a poco tras sentir el pinchazo de la realidad. Quise creer que jamás nos alejaríamos, que seríamos el uno para el otro, pero me equivoqué tanto con cada cosa que me doy pena a mí mísmo, por creer tantas bobadas que no iban a pasar. Hoy somos felices por separado, yo con un amor nuevo por llamarlo de algún modo, y tú quién sabe, pero quiero suponer que eres feliz sólo para sentirme mejor conmigo mísmo. Mis manos tocaron tu cuerpo, las tuyas le dieron al mío calor. Tuvimos momentos tan lindos y hoy... Hoy te digo adios.

— ¡Me opongo! — Se oyó al final del patio de Myungjoon, donde la fiesta se llevaba a cabo.

— ¿Qué haces aquí? — Cuestionó Sanha al borde del llanto.

Nos dejamos llevar por un capricho, nos dejamos enseñar por nuestros deseos y no por nuestros errores. Quisiera poder demostrar que no siento nada, pero veo tus ojos clavarse en los mios, como en aquella dulce tarde de otoño, donde te compartí mis problemas y tú sólo te sentaste a oír y a abrazarme con fuerza. Te pedí dejarme ir, pero honestamente me sentí muy perdido cuando realmente lo hiciste.

— No quiero que hagas esto. Quiero que te quedes conmigo, quiero compartir de nuevo mi miserable vida contigo, porque sólo tú la hacías feliz. — Dijo el peli-negro, dejando salir el llanto contenido.

Pero fue bonito, fue bonito lo que tuvimos y siempre lo recordaré con mucho cariño, porque pocas veces logras palpar lo que es el verdadero amor, si es que lo era. Cierta parte de mí sigue rogándome volver a tus brazos y abrazarte como si no hubiera un mañana. ¿A quién le hago caso? He visto como los días en mi calendario pasan sin más y tú no has venido por mí. El amor está sobrevaluado, nadie puede tener una relación perfecta y hermosa. Sí... Nadie puede tener una relación perfecta y hermosa... Pero siguen existiendo personas que se aman incondicionalmente. Siguen existiendo en este mundo.

— ¿No crees que es un poco tarde para arrepentirte? — Dijo el rubio, dejándo correr aquellas perlas pequeñas por sus mejillas, mojándolas como la lluvia moja el cesped.

— Nunca es tarde para amar; nunca es tarde para arrepentirse... Nunca es tarde para intentar. — Habló, acercándose con cuidado hacia el altar donde Sanha y aquel chico castaño lo observaban.

Adios... Adios... Me lo repito sólo para recordar que todo acabó y debo despedirme de ti y de tus recuerdos. De tu aroma, de tu tacto, de tus besos, de tus susurros, de tu rostro acariciando mi hombro por tu tierna altura a pesar de ser mayor... Debo despedirme de todo lo que alguna vez me hizo feliz.

— No lo haré... — Dijo el rubio, alejándo su mano de aquel joven alto y de rostro angelical.

— No quiero un adios. — Dijo, acercándo nuevamente su mano. — No quiero perder lo único que me ha dado razones para existir.

Dicen que tarde o temprano uno vuelve a caer con quien tanto ama, por más que hayan sufrido, todos vuelven. Por ello me pregunto cada noche si lograré decirte... Adios

— Tú... ¿No aceptarás un adios? — Cuestionó el rubio.

— No.

Sí... Todos volvemos a caer, pero los errores se corrigen, ¿no? No hay necesidad de decir con tanto apuro un corto y doloroso "Adios"... No la hay.

𝐎𝐍𝐄 𝐒𝐇𝐎𝐓𝐒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora