𝐅𝐈𝐅𝐓𝐄𝐄𝐍

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Eunsan ; You are my butterfly.
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Sanha corría tras una pequeña mariposa. Con sólo 6 años, buscas cualquier forma de divertirte y aquella era una, además de que necesitaba a ese insecto cerca. La linda mariposa se borró de su vista y no podía encontrarla, la buscó por todo el parque, pero no había rastro del bello animalito. Sus ánimos se cayeron al suelo, quería poder dibujarla para su madre. Se sentó a llorar en el tronco de un árbol, quería que ese fuera su regalo de cumpleaños, de ese modo le demostraría a su madre cuánto la amaba. Escuchó pasos cerca suyo, no quería prestarles atención pero era complicado ya que siempre le advirtieron de que por no estar al pendiente de su alrededor, podría pasarle algo malo. Alguien se sentó a su lado, no quería mover su rostro de sus piernas pues estaba empapado de pequeñas gotas saladas, pero también estaba asustado. Aquella persona tocó su cabeza y cuando por fin decidió sacarla de entre sus piernas, vió a un niño de cabello negro, lleno de tierra y sosteniendo un frasco de vidrio con la pequeña mariposa dentro. Le sonrió, mientras Sanha sólo podía observarlo intentando procesar aquella escena, estaba petrificado. El joven le extendió el frasco y se acercó más a él para ver su libro.

— Te estaba quedando bonito. — Dijo el chico, viendo la página que contenía la mitad de la pequeña mariposa dibujada. — Soy Dongmin.

— Soy Sanha. — Dijo con timidez, mientras secaba sus ojos y sus mejillas húmedas.

— No llores, los niños lindos como tú no deben llorar. Ya tienes a tu mariposa y ahora me tienes a mí aquí contigo. — Sonrió, tomando la mano del menor y este asintió para luego seguir su dibujo junto a su nuevo amigo.

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Sanha llevaba encerrado horas en su cuarto. Todos sabían que extrañaba a su familia estando de gira y era muy sensible, pero también muy orgulloso como para admitirlo y mostrarse frente a los demás. Dongmin abrió la puerta de su cuarto, no pudo contenerse más, quería ver al menor y estar con él sin importar que este le lanzara con lo primero que encontrara. Se recostó a su lado, observandolo, pero el peli-naranja mantenía su rostro escondido bajo un pequeño almohadón. Tocó su cabeza y este por fin alejó el objeto de su cara para poder ver mejor al mayor.

— No llores, los niños lindos como tú no deben llorar. — Sonrió y sacó un pequeño frasco de detrás de su espalda. — Ya tienes a tu mariposa y ahora me tienes a mí aquí contigo.

— Aún lo recuerdas. — Rió, secando sus lágrimas.

— El dueño de esta mariposa, es mi mariposa. Tan bello ante mis ojos; tan elegante y extraordinario; y tan frágil que me da miedo soltarlo porque podría romperse. — Tomó el mentón del menor. — Tú eres mi mariposa.

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𝐎𝐍𝐄 𝐒𝐇𝐎𝐓𝐒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora