𝐓𝐖𝐄𝐍𝐓𝐘 𝐅𝐎𝐔𝐑

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Eunsan ; Ramen.
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Sanha estaba dentro de la cocina, preparando diversos platillos para cada mesa del restaurante. El lugar estaba repleto y eso lo hacía bastante feliz, ese restaurante le había pertenecido a su padre y el hecho de que fuera muy concurrido lo ponía de muy buen humor, estaba logrando lo que su padre había deseado por años. Un joven peli-negro se sentó en una de las mesas. Siempre llegaba temprano, pedía un platillo de ramen y hablaba con Sanha, era costumbre aunque no conocía su nombre.

El menor salió por las dudas de que pidiera algo distinto, pero no, como siempre pidió un platillo de ramen. Era extraño, nadie pedía ramen siempre, era difícil creer que este plato se hiciera adictivo en alguien que no fuera Hoseok. Preparó aquel ramen que tanto le gustaba al mayor y se acercó nuevamente a la mesa en la que se encontraba. Colocó el plato en la mesa, pero su curiosidad lo mataba por dentro, de modo que, luego de un juego de manos, decidió tomar la palabra.

— Oiga... — Susurró, jugando con su delantal con fresas dibujadas en el.

— ¿Qué sucede? — Dijo el joven, sonriéndole, una sonrisa realmente hermosa y cálida.

( Demasiado hermosa para mis ojos tan mundanos. ); pensó.

— Tenía curiosidad... ¿Por qué siempre que viene, pide ramen? — Cuestionó algo avergonzado y con sus mejillas ligeramente sonrojadas.

— Porque me hace pensar en ti, es tan suave y cálido como tú. — Habló con normalidad. — Además, es muy adictivo, como tu linda sonrisa al prepararlo y entregarmelo.

— G-Gracias. — Sonrió apenado. Aquellas palabras lo hicieron realmente feliz, como si las hubiera estado esperando durante mucho tiempo. — Que lo disfrute.

— Espera. — Habló y se dispuso a buscar algo en su maletín negro de cuero. — Toma, soy Eunwoo. Envíame un mensaje cuando puedas y salgamos algún día, si te parece. — Dijo extendiéndole un papel con números escritos en el.

Sanha tomó al papel con una expresión de sorpresa en su rostro y un sonrojo fuerte. — Lo haré... Soy Sanha, por cierto.

El castaño se alejó con aquel papel entre sus manos y el aroma al perfume del mayor en su nariz. Mientras Dongmin, sonreía como bobo y comía ramen, aquel ramen que lo volvía loco, pero no tanto como la sonrisa de Sanha.

𝐎𝐍𝐄 𝐒𝐇𝐎𝐓𝐒Donde viven las historias. Descúbrelo ahora