Es lunes. Sí, dichoso lunes. Estoy en mi hora libre, pero ni Leslie ni Jane coinciden conmigo, por lo que decido salir a las pistas donde hacen deporte y llamar a mis padres. No hay nadie entrenando a esta hora y la zona exterior está vacía, así que hay más tranquilidad. Simplemente hay algún que otro alumno que tiene la hora libre como yo.
Me dirijo a las gradas de metal y hago una llamada de unos diez minutos. Mi madre me cuenta que ahora se encuentran en Salt Lake City, la capital del estado de Nebraska, y que tendrán que quedarse allí un par de semanas mínimo. Le aseguro que no tiene que preocuparse por nada y le cuento todo lo que he hecho mientras han estado ausentes. Todo excepto lo de Cupido y Connor, obviamente.
También hablo con mi padre sobre mis estudios a lo largo de varios minutos. Por último, me despido de ellos y me quedo embobada mirando el césped a causa de los miles de pensamientos que atraviesan mi mente, pues cada vez que llamo a mis padres me invade la nostalgia durante unos minutos.
Pero unos pasos golpeando las gradas me sacan de mi ensimismamiento. Un chico llamado Casey se acerca a mí, se sienta a mi lado y me regala una gran sonrisa. Es un muchacho con el pelo oscuro y los ojos marrones que, según mucha gente de mi promoción, es uno de los más atractivos del instituto.
Casey es la típica persona que es popular y nadie sabe por qué lo es. No destaca en deportes ni académicamente ni tiene ningún tipo de talento. Simplemente lo es porque tiene muchos contactos y es una persona muy sociable que cae bien a todo el mundo. Además, yo creo que también le podríamos sumar que a la gente se le cae la baba cuando pasa a su lado.
En resumen, es apreciado por su físico. El único esfuerzo que ha tenido que hacer en su vida es nacer guapo.
—Hola —dejo ir ásperamente.
—Hola —saluda con demasiado entusiasmo.
No soy muy aficionada a las personas que derrochan positividad allá donde vayan. Me irritan porque la vida no es tan sencilla y parece que este tipo de individuos nunca se decepcionan.
Me aclaro la garganta.
—¿Qué quieres?
Sí, mi intención es ser lo más directa posible porque sencillamente no sé qué quiere este chico. No sé qué quiere de mí.
—He estado pensando mucho en esto... —empieza.
—¿Pensando en qué, Casey? —Mi cara adquiere una expresión confusa—. Apenas hemos hablado desde que estamos en este instituto.
—Me pareces una persona interesante —suelta sin vacilar—. Y sé que crees que podría estar con cualquier persona, pero estoy harto de tener relaciones en vano. Quiero algo serio.
—Tienes diecisiete años —indico—, es normal que no tengas nada serio.
Me levanto de las gradas y empiezo a bajar. Él me pisa los talones.
—¿Ves? —señala—. Tú también tienes diecisiete años, pero hablas como si fueras más madura. Y eso es lo que quiero. Paso de las niñas que compiten entre ellas y se hunden en vez de unirse.
Lo primero que ronda en mi cabeza es: «¿Podéis parar de decirme todos que parece que tenga treinta años?»
Camino por la hierba en dirección al edificio principal, aunque todavía me queda un buen trecho.
—No pretendo que esto sea algo —insiste. Me detiene y me mira con ojos sinceros—. Simplemente conozcámonos. Solo pido eso.
Suspiro profundamente.
—No entiendo nada —confieso con franqueza—. Pero nada de nada, Casey.
—¿Qué es lo que no entiendes concretamente? —pregunta como si se tratara de una evidencia—. Considero que he dejado muy claras mis intenciones, Irina.
Ahogo lo que pretendía ser una carcajada amarga.
—He escuchado lo que me has dicho —comento—, pero esto parece una película. —Niego con la cabeza—. La chica invisible poco sociable nunca es invitada por el chico popular del instituto en la vida real —zanjo, poniendo punto y final a mis pensamientos—. Nunca sucede así.
Ahora es él el que ríe.
—Entonces disfruta de la película —dice con una expresión divertida—. ¿Qué más da? Ya te he dejado claras las razones: todas las demás son un cliché.
—Esto es un cliché —objeto—. Es lunes, Casey, es lunes —subrayo—. ¿Quién se despierta con ganas de declararse un lunes a primera hora? Esto cada vez me parece más surrealista.
—Aparentemente, yo —responde abiertamente, aún con su sonrisa perfecta— porque me da absolutamente igual el día que sea. Solo quería que lo supieras.
—Bueno —balbuceo—, ahora lo sé. ¿Ha cambiado algo?
—Ha cambiado todo —dice decididamente—. Por lo menos para mí.
Miro su cara, que refleja un leve atisbo de seriedad y lástima mezclados.
—Para mí también —confieso precipitadamente—. Y lo aprecio muchísimo, en serio —le agradezco—, pero...
—El caso es que quiero que te lo pienses —me interrumpe antes de que pueda acabar—. Solo una oportunidad —insiste—. Solo pido eso. Piénsalo.
Me quedo pensativa momentáneamente para organizar mis reflexiones.
Por una parte, esto es territorio desconocido para mí porque nunca alguien antes me había pedido esto, no de manera forzada como Cupido, claro; sin embargo, por otra parte, creo que esto me irá bien para olvidarme de la incomodidad que me causa Connor. Pese a que la última cita no fue tan mal como esperaba, no fue agradable. No me sentí cómoda. Pero sé que con Casey y su personalidad será totalmente distinto.
Además, necesito salir más de casa y empezar a hacer algo con mi vida.
Pongo los ojos en blanco.
—De acuerdo —acepto a regañadientes.
Él sonríe nuevamente.
—¿Te parece bien que vayamos a Santa Mónica el viernes por la tarde?
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Cupido S. A.
Teen Fiction¿Podrías enamorarte por obligación? Un día cualquiera a Irina se le presenta un tal Cupido en su casa. Este resulta ser el director de la multinacional Cupido S. A. y le explica que ella está correspondida con otra persona, pero que la flecha que lo...