Las fiestas navideñas y el Año Nuevo enseguida llegan a su fin como si nunca hubieran existido, aunque eso no quiere decir que no me lo haya pasado bien. De hecho, han sido unas de las mejores vacaciones y las más felices que he presenciado, de tal modo que han transcurrido demasiado rápido para mi gusto y me encantaría retroceder en el tiempo solo para saborear de nuevo los dulces de Connor y toda la comida deliciosa que cocinó para mí.
Pero, dentro de lo que cabe, lo que vivo a continuación no está tan mal. El dos de enero nos ponemos en marcha con el resto de la gira europea de Generación Z y en pocos días visitamos las heladas ciudades de Viena y Zúrich, en las cuales nos quedamos cerca de cinco días. Seguidamente, viajamos a la transitada Londres, donde Connor realiza cuatro conferencias en seis días a causa de la gran cantidad de personas que quieren asistir a su presentación.
Finalmente, aterrizamos en ciudades con climas más cálidos como Milán, donde pruebo la auténtica pasta italiana y ceno pizza durante las dos noches en las que me hospedo allí, y pasamos tres días entre nuestras estancias y desplazamientos desde Barcelona a Lisboa con sus respectivas conferencias abarrotadas de profesionales y aficionados que admiran a Connor. De ese último detalle soy más consciente en los países del sur como Italia, España y Portugal, donde la gente es más apasionada y le grita cuando pone un pie en el escenario. Incluso, en alguna ocasión, esperan fuera del recinto hasta que salimos en coche y empiezan a correr detrás.
Por último, el dieciocho de enero llegamos a nuestro destino final antes de volver a casa: Atenas, la capital de Grecia. Connor tiene la conferencia al día siguiente, así que lo que hacemos nada más aterrizar es visitar la ciudad durante toda la tarde dirigiéndonos, en concreto, a los lugares más turísticos como el Partenón o la Acrópolis.
Al día siguiente, acompaño a Connor al centro donde hace su presentación y aguardo entre los espectadores hasta que termina. Nada más abandonar el escenario, acompaño a Gareth, que se encuentra a mi lado en todo momento, hacia los camerinos, donde hay una sala común en la que todo el equipo de Generación Z se reúne para despedirse con un fuerte aplauso por haber concluido la gira europea.
—Muchas gracias a todos y cada uno de vosotros —agradece cuando todo el mundo centra su atención en él para que diga sus últimas palabras antes de que todos puedan irse—. Ha sido increíble poder contar con un equipo tan maravilloso como este. Estoy seguro de que no hay ninguno mejor capacitado y me gustaría dirigirme especialmente a las mujeres que forman parte de él; sois personas imprescindibles y en un futuro me gustaría ampliar la plantilla para que más mujeres formen parte del mundo de las tecnologías. —La sala estalla en un fuerte aplauso ante sus declaraciones—. Y, hasta aquí hemos llegado, compañeros y compañeras, no os retendré más, ¡os deseo un feliz descanso y nos vemos en unas semanas!
Todos los presentes aplauden de nuevo y empiezan a despedirse los unos de los otros con abrazos, besos y estrechando manos con palabras de apoyo y, en algunos casos, recordando algunos momentos de la gira en las diferentes ciudades.
Yo me mantengo al margen, sentándome en una butaca y observando el ambiente nostálgico de los trabajadores. También dirijo mi mirada a Connor, que es el que recibe más abrazos y con el que más charlan animadamente sus compañeros. No obstante, debo mencionar que algún que otro miembro del equipo se acerca a mí para estrecharme la mano y despedirse de mí, puesto que llevo cerca de un mes entre ellos y, aunque desconozcan con detalles mi relación personal con Connor, he hablado con algunos de sus socios a lo largo de esta aventura.
La estancia se va vaciando poco a poco hasta que, al fin, solo quedamos Gareth, Connor y yo.
—Bueno, chaval —dice el primero en alusión al segundo dándole un golpecillo amistoso en el hombro—, yo creo que ha ido bien. Hemos hecho una muy buena promoción —asiente para sí mismo—. Este año se ve prometedor, hemos hecho un buen trabajo.
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Cupido S. A.
Teen Fiction¿Podrías enamorarte por obligación? Un día cualquiera a Irina se le presenta un tal Cupido en su casa. Este resulta ser el director de la multinacional Cupido S. A. y le explica que ella está correspondida con otra persona, pero que la flecha que lo...