27

196 25 8
                                    


Durante los meses siguientes, hablo ocasionalmente con Connor alguna que otra noche, cuando estoy a punto de dormir y él está o bien en su oficina o bien en algún aeropuerto. Bueno, realmente no es tan ocasional, es más bien habitual, aunque lo cierto es que no tocamos muchos temas profundos, sino que nos limitamos a quejarnos de que estamos cansados y a explicarle al otro el día que hemos tenido.

Así transcurren los meses, sin habernos visto desde San Valentín.

Pero mi cabeza ahora mismo está en otro mundo: mi graduación. Me hallo frente al espejo de cuerpo entero de mi cuarto ajustándome el vestido de seda de color rosa pastel con volantes. Mi madre y mi padre han vuelto a casa durante un par de días, por suerte, y me ayudan a prepararme en todo lo que necesito: desde pedirme cita con una maquilladora, hasta encargarme los zapatos adecuados. La verdad es que se han implicado mucho y no me puedo quejar.

Cuando estoy mirándome a mí misma a los ojos, en la soledad de mi habitación, me detengo a analizar cómo estoy emocionalmente y acabo llegando a la conclusión de que está fluyendo en mí un sentimiento agridulce. Quiero que la etapa del instituto finalice, pero me da lástima al mismo tiempo. Me encantaría pulsar un botón ahora mismo que congelara este momento para poder saborearlo mejor. Estoy como en una especie de limbo extraño, dado que cuando esto se acabe, de aquí unas horas, no quedará ni rastro de todo lo vivido. El acto de graduación es lo último que queda.

Finalmente, me animo a mí misma a ponerme el birrete y la toga y, en ese preciso momento, mis padres entran en mi habitación y ambos se llevan las manos a la boca.

—Estás perfecta —exclama mi madre intentando reprimir la emoción.

Le sonrío y me echo un último vistazo en el espejo.

—Bueno —concluyo—, esperemos que esto pase de una vez. Vámonos.



Cuando llegamos al instituto, todo está envuelto en un ambiente festivo. Nada más bajar del coche, encuentro a Jane y Leslie encaminándose hacia el gimnasio. Ambas se percatan de mi presencia y, por educación o por pena, se detienen a esperarme.

Les lanzo una sonrisa a modo de saludo mientras me apresuro a dar zancadas rápidas para alcanzarlas tras haberme excusado ante mis padres, diciéndoles que nos encontramos en la ceremonia.

—¿Estás nerviosa? —pregunta Jane a la vez que me pone una mano en el hombro.

—No lo sé —admito.

Recorremos la distancia que hay desde el aparcamiento al gimnasio en una calma tensa, conscientes de todo lo que hemos vivido durante estos años en el instituto y con esa sensación extraña del final de una etapa recorriéndonos el cuerpo.

—Todo saldrá bien, ya veréis —expresa Leslie.

Ninguna de las tres añade nada más. Entramos al edificio con tranquilidad y nos sentamos en la sección de alumnos, junto a nuestros compañeros. Desgraciadamente, no quedan más asientos libres y me toca al lado de Casey.

Me limito a saludarlo sin darle mucha importancia. Desde lo ocurrido con él, he sufrido una evolución bastante positiva y creo que parte del mérito se debe a Connor. Él me ha escuchado cada noche, cuando le explicaba qué sentía cuando veía a Casey. Las primeras semanas lo pasé fatal. Me estremecía nada más verlo por los pasillos, pero, finalmente, al cabo de varios meses, ese terror se convirtió en seguridad gracias a los consejos de Connor. Me recomendaba que tenía que superarlo, pero sin olvidarme de ello, y que tenía que comprender que nada había sido culpa mía.

Cupido S. A.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora