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Como todo, el verano llega a su fin. Vuelvo a clase, las temperaturas van cesando y las hojas de los árboles llenan las aceras con la llegada del otoño. Hace un par de meses que he empezado el último curso del instituto y ya estoy cansada. Mi capacidad de cansancio me parece algo admirablemente depresivo.

La rutina es la misma: recojo a Casey cada mañana para llegar al instituto, charlamos con Leslie y Jane durante los descansos y algunos fines de semana salgo con mi pareja para ver algunos partidos de diferentes deportes de nuestro instituto.

No hay nada más destacable.

Hasta que un día, a principios de noviembre, la profesora de Economía Empresarial, la señora Maskame, tiene una nueva «noticia especial y emocionante» que anunciar.

—El instituto ha creído conveniente que lo que enseñemos aquí os sirva de algo para la vida real —empieza—. Y como a vosotros solo os queda un año para salir de aquí y descubrir el mundo —si con eso se refiere a la universidad, lo está maquillando demasiado, como es usual en ella—, se ha decidido instaurar una fase de prácticas necesarias para aprobar esta asignatura.

Una ola de suspiros sacude el aula.

—Pero, creedme —agrega la profesora—, es algo muy positivo que puede ser muy útil en vuestros currículos. —Más suspiros de desgana—. Además, no os tocará en negocios pequeños, sino que el instituto se ha asociado con empresas importantes que os concederán las prácticas remuneradas.

Nadie responde ante eso.

—¡Os pagarán por hacer prácticas! —aclara con emoción.

Ahora se nota un poco de aprobación en la estancia.

—Bien —prosigue Maskame—, como os iba diciendo, tendréis que cumplir veinte horas que realizaréis fuera de horario escolar, pero que realmente merecen la pena. Vuestros referentes de la empresa que os toque se encargarán de controlar el número de horas y vuestra asistencia. Al final, os entregarán un certificado para afirmar que las habéis cumplido y aprobaréis automáticamente la asignatura, aunque la nota final dependerá de lo que trabajéis en clase. —Hace una breve pausa para observar nuestras expresiones, la mayoría de las cuales son de aburrimiento—. ¿Alguna pregunta?

Nadie interviene.

—Bien, genial —la profesora coge una hoja—, ahora os dictaré la empresa que se os ha adjudicado a cada uno y podréis contactar con vuestros referentes gracias a los datos que proyectaré a continuación.

Comienza a corresponder alumnos con empresas desconocidas, hasta que llega mi turno.

—Irina Hickson, trabajarás con Generación Z.

Suspiro profundamente.

Cómo no.

«Maldito Cupido», es lo primero que pienso, «No deja de perseguirme».

Cupido S. A.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora