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No tardo en contactar con mi referente de la empresa de Connor. Le hago una llamada gracias al contacto que nos facilitó la profesora Maskame y en seguida me contesta una mujer:

—Generación Z, le atiende Selena —expone de manera mecánica.

—Eh... —no sé muy bien cómo empezar—, soy Irina, una alumna del instituto de Riverside, y...

—¡Ah! —me interrumpe—. Eres la nueva alumna en prácticas, ¿verdad?

—Sí.

—Genial, estaba esperando tu llamada.

Noto mucha positividad en su voz, por lo que deduzco que, sí, ella también es una de esas personas que derrochan felicidad y arcoíris. Tras este pensamiento, me doy cuenta de que ya he preconcebido una opinión sobre alguien en menos de treinta segundos. Malditos prejuicios.

A continuación, me explica mi horario: trabajaré dos horas y media durante dos días a la semana. Lo haré durante cuatro semanas, así que en un mes aproximadamente ya habré completado las veinte horas requeridas.

—Te esperamos la semana que viene —concluye.

Cuelgo y suspiro. Un mes muy largo está esperándome.



Llega el día del inicio de mis prácticas y me hallo en el edificio de la sede principal de Generación Z en Los Ángeles. Me cercioro de que he seguido las indicaciones correctamente y entro por las puertas automáticas principales.

El vestíbulo combina colores blancos y negros, al igual que la casa de Connor, así como la vestimenta de los funcionarios. Hay varias personas trajeadas que van de un lado a otro o salen de los ascensores. Muchos cargan maletines, otros llevan portátiles bajo sus brazos. Hay demasiado movimiento, demasiados estímulos que captar.

Me acerco a una de las recepcionistas, una chica que está mirando la pantalla de un ordenador tras el mostrador.

—¡Hola! —suelta alegremente—. ¿En qué puedo ayudarte?

—Eh... —mascullo—, soy una nueva alumna en prácticas y no sé adónde tengo que ir...

—Ah, tú eres Irina, ¿verdad? —cuestiona.

Asiento. ¿Por qué todo el mundo sabe quién soy?

—Perfecto —prosigue—, ahora aviso a tu referente, no te preocupes. —Hago un gesto de aprobación—. Puedes sentarte allí —señala unas sillas—, Selena no tardará en llegar.

—Gracias.

Me dirijo hacia donde me ha indicado y en cuestión de un par de minutos una chica rubia se acerca a mí. Me sonríe, me saluda y me tiende una mano. También añade algo que no logro descifrar porque estoy pensado demasiado fuerte, a la vez que tardo el doble de lo normal en estrecharle la mano.

Resulta que Selena es la chica que estaba besando a Connor en verano en aquel restaurante de comida rápida.

—¿Irina? ¿Te encuentras bien?

Su cara muestra preocupación.

—Sí, sí —me excuso y niego con la cabeza—, perdón, estoy un poco nerviosa. Es mi primer día.

Sonríe levemente.

—No pasa nada —me pone una mano en el hombro—, intentaré ponértelo lo más fácil posible. ¿Vamos?

—Claro —accedo.

Me levanto y la sigo. Se detiene frente a la puerta de un ascensor y saluda a un par de trabajadoras que salen de él. La examino mientras nos encontramos en este espacio reducido porque no tengo otra cosa que hacer.

Cupido S. A.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora