10

224 35 33
                                    


Hace semanas que no veo a Connor o Cupido. Las clases han concluido y empiezan las vacaciones al fin. Mentiría si dijera que no tengo grandes planes este verano, porque he decidido que viajaré a Toronto unos días, aunque esto no incluye a Leslie ni a Jane ni a mis padres. Voy con Casey.

En las últimas semanas nos hemos unido mucho y somos oficialmente pareja. De hecho, he puesto a mis padres al corriente de esto y han accedido a que viaje con él, pese a haberlo conocido solo una vez. Volvieron a Riverside hace varios días y mañana se van a Tampa (Florida), el mismo día que yo viajo a la ciudad canadiense.

Me aseguro de tener todo bien preparado por la noche y madrugo más que nunca por la mañana. Mis padres nos llevan a Casey y a mí al aeropuerto de Los Ángles, dado que ellos tienen su vuelo por la tarde.

Tras las cinco horas de vuelo y la llegada hasta nuestro alojamiento, ya es por la tarde y nos dedicamos a vagar por las calles de la enorme ciudad de Toronto, entre sus edificios altos y turistas de diferentes países.

Descubrimos cosas nuevas cada día y, de este modo, el tiempo transcurre con tanta rapidez que me doy cuenta de que solo nos falta un día. Sin entrar en detalles, me lo he pasado tan bien con Casey que repetiría este viaje mil veces más.

A él tampoco se le quita la sonrisa de la cara durante nuestra estancia en Toronto, motivándome cada día a querer estar con él más tiempo. Cuando me sugirió conocerle aquel día en las gradas del instituto, la idea no me pareció muy atractiva, pero, después de todo esto, me siento muy afortunada.

Estamos sentados en un parque cerca de nuestro hotel por la noche, en la víspera de nuestra vuelta a Riverside.

—Este viaje ha sido lo mejor que hemos podido hacer —suelto.

Noto sus ojos puestos en mí.

—La verdad es que sí —coincide—. Nunca pensé que acabaría viajando contigo —admite con franqueza.

Le dedico una amplia sonrisa que no puedo evitar que pase por mi rostro, porque lo cierto es que, si hace seis meses alguien me hubiera dicho que este verano estaría en Toronto con uno de los chicos más demandados del instituto, me hubiera reído en su cara.

No es que me importe el estatus social de Casey en el instituto ni su popularidad ni sus contactos, sino que me sorprende cómo ha destrozado todos los esquemas que tenía de él antes de conocerlo realmente: pensaba que era un interesado y un creído que creía que todo el mundo podía caer rendido a sus pies. Pero no, las apariencias engañan.

Aunque lo que verdaderamente me asombra de él es la capacidad que ha tenido de ayudarme a salir más de casa y, sobre todo, viajar, porque en ningún caso me hubiera planteado abandonar mi reducido y caluroso cuarto en Riverside, renunciado a seguir viendo series hasta cansarme. Dudo que lo hubiera hecho sin que me hubiera convencido, pero ahora siento que no me arrepiento de ello.

—Yo nunca pensé que acabaríamos cruzando una palabra en el instituto —confieso para verbalizar mis pensamientos—. Somos tan distintos...

Éramos —me corrige con voz suave—. Pero las cosas cambian y, míranos, viajando antes de empezar el último año de instituto.

Cuando deja ir esas palabras, suspiro y me quedo mirando el suelo fijamente.

—¿Qué sucede? —pregunta ante mi reacción a sus palabras.

Vacilo un poco antes de hablar.

—¿Crees que cambiarán mucho las cosas en este último año? —cuestiono a la vez que vuelvo a posar mi vista en sus ojos marrones—. Más de lo que ya han cambiado, quiero decir.

—Puede ser —conviene con una mirada dubitativa—, pero confío en que todo vaya a mejor. ¿Qué podría ir mal? —Se encoge de hombros.

Prefiero no contestar a su cuestión porque en las profundidades de mi mente sé algo que él desconoce: Cupido no está a nuestro favor. Pero, según lo que tengo entendido, tampoco en nuestra contra. Hay escasas opciones de que Cupido no acabe correspondiéndonos a Connor y a mí, pues la flecha ha salido defectuosa una vez. ¿Podría serlo de nuevo? Quién sabe, es algo que no depende de mí por más que quiera.

Pero al menos sé que ni Connor ni yo estamos de acuerdo con Cupido -siendo así el único hecho en el que ambos coincidimos-, por lo que, por mínimas que sean nuestras posibilidades de librarnos de ser correspondidos por Cupido, los números mandan por pequeños que sean y la realidad es que todavía no han reparado la flecha y, como consecuencia, aún no estamos ligados del todo. Solo somos eso, futuros correspondidos que no se soportan.

—Siempre hay cosas que se tuercen en el último año —respondo finalmente—. Es cierto que la promoción se unirá más porque estaremos a punto de acabar, pero, al final, cuando todo termine, raramente nos veremos, ¿no crees? Cada uno tendrá sus estudios, sus trabajos, sus responsabilidades...

Los ojos de Casey irradian un ápice de nostalgia. Una nostalgia que todavía no hemos experimentado.

—¿Qué más da? —indica—. Lo importante es lo que nos queda. Tenemos un año entero lleno de cafés por las mañanas, donuts, series de esas que te gustan... —enumera sonriente—. Exámenes y estrés —añade—. Pero lo bueno es que lo haremos juntos.

Siento cómo su mano encuentra la mía y sus dedos se ajustan a los míos para entrelazarlos y acariciarme la palma de la mano cálidamente.

—Es cierto —coincido— y, además, creo que nada podría ir mejor. Ahora mismo...

—Creo que somos inseparables ahora —me interrumpe.

Hago un gesto afirmativo con la cabeza.

—Lo somos gracias a ti —le agradezco—, por acercarte a mí.

Un grupo de jóvenes pasa delante de nuestro banco con un altavoz. Cuando se desvanece la música, al alejarse, Casey susurra:

—Gracias a ti por ser la única persona decente de Riverside.

Sonrío de oreja a oreja y aproximo mi rostro al suyo para besarlo.

Cupido S. A.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora