A la mañana siguiente, me despierto un poco más tarde porque mi cuerpo está agotado por la excursión y los baños de ayer. Calculo que es casi mediodía cuando me encamino hacia la cocina, donde se encuentra Connor haciendo el desayuno, justamente como ayer.
—Buenos días —saluda con una gran sonrisa cuando advierte mi presencia—, ¿qué tal has dormido?
—Mejor que ayer —afirmo acercándome a él—, ¿y tú?
—Genial —responde.
Observo que está colocando unos croissants caseros en un plato desde una bandeja del horno. «¿Qué obsesión tendrá con la comida francesa?», me pregunto
—Es una lástima que ya sea el último día —añade lamentándose, poniendo una expresión de verdadera tristeza en su rostro—. El vuelo sale a las cinco de la tarde —comenta con un suspiro—, llegaremos a Los Ángeles cerca de las seis a causa de la diferencia de las zonas horarias.
Yo también profiero un suspiro por mi parte y me quedo mirando fijamente sus ojos.
—Me da mucha pena que este fin de semana termine —confieso expresando mis pensamientos en voz alta en vez de guardármelos—, me ha gustado muchísimo.
—A mí también —dice al mismo tiempo que se aproxima a mí y me abraza—, aunque, estrictamente —una expresión divertida en su rostro—, el fin de semana todavía no ha llegado a su fin. Quedan unas cuantas horas por delante antes de volver a casa.
—Mmm... —emito con una sonrisa, poniendo mis manos entorno a su cuello—, ¿qué tienes en mente?
Él alza las cejas antes de contestar:
—Primero desayunamos y luego lo descubrirás.
Pongo los ojos en blanco brevemente porque ya lo veía venir, pero, de repente, me planta un beso fugaz en los labios y me dedica una de esas sonrisas exclusivas. Acto seguido, me aparta levemente para seguir con la preparación de la comida.
Nos hallamos sentados en una roca en medio de un paisaje totalmente exótico. Estamos descansando después de casi una hora caminando, cada uno con su cantimplora de agua fría entre sus manos. Connor me ha propuesto llegar a la otra punta de la isla a través de la vegetación.
—Normalmente tardo una hora y media —me explica—. Ya llevamos una hora —justifica mirando su reloj—, tampoco llevamos un mal ritmo, por lo que en cuanto nos pongamos en marcha llegaremos en pocos minutos y nos dará tiempo de sobra a volver.
Asiento y me alzo.
—Vamos, entonces.
Le tiendo una mano para ayudarle a levantarse y, cuando finalmente lo hace, la coge para enlazarla con la mía. Caminamos a paso ligero entre las raíces de los árboles y esquivando algunos arbustos salvajes.
—¿Qué hay al otro lado de la isla que sea tan interesante como para que me lleves allí? —cuestiono cuando ya llevamos un par de minutos en silencio.
Connor niega con la cabeza, suelta una carcajada e indica:
—Inmensidad y agua: lo mismo que en el lado por el que hemos venido.
Le lanzo una mirada fulminante.
—Ya sabes —aclara encogiéndose de hombros—, lo típico que hay en una isla.
Ahora yo niego con la cabeza.
—Hablo en serio —insisto—. ¿Hay algo más?
—No —niega de inmediato.
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Cupido S. A.
Teen Fiction¿Podrías enamorarte por obligación? Un día cualquiera a Irina se le presenta un tal Cupido en su casa. Este resulta ser el director de la multinacional Cupido S. A. y le explica que ella está correspondida con otra persona, pero que la flecha que lo...