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Faltan cinco minutos para las seis. Me hallo en el exterior del Centro de Convenciones Greighallen de Bergen, mirando el edificio cubierto de nieve como si el mismo fuera a darme las respuestas que necesito, vestida con mi indumentaria nórdica contra el frío y sintiéndome como una bola. Sin embargo, solo es una pequeña decisión: entrar o no.

Trago saliva, suspiro y, cuando tan solo quedan dos minutos para que la conferencia empiece, me encamino hacia el interior, compro una entrada y accedo al gran auditorio detrás de unos cuantos espectadores, dado que la mayoría ya están acomodados en sus asientos. De hecho, cuando llego a mi asiento asignado –uno de los del fondo porque he comprado una entrada sin antelación- las luces ya están apagadas y todo el mundo está en silencio.

De repente, siento que mi pie derecho empieza a moverse con nerviosismo, dando golpes constantemente sobre el suelo tapizado. Ese tic espontáneo es debido a la incerteza de no saber cuándo saldrá. En cualquier momento lo hará, pero no sé cuándo.

También me percato de que mi respiración se hace pesada, hecho que hace que tenga que levantarme un momento para quitarme mi anorak y alguna capa de ropa más a causa de la calefacción y la sensación de sofoco. Cuando vuelvo a sentarme, una ronda de aplausos inunda todo el auditorio y lo veo entrar al escenario.

Camina detrás de un hombre y una mujer de su equipo, pero lo reconozco desde el primer paso que da. Se trata de una versión más adulta de Connor, aunque realmente solo han madurado algunos rasgos de su rostro con alguna que otra arruga en su frente. Por lo demás, sigue siendo el mismo: viste con sus características camisas blancas, los mechones rubios de su flequillo caen ligeramente sobre su frente, su sonrisa radiante se dirige a todos los presentes, su rostro está perfectamente afeitado, sus ojos verdes observan cada mínimo detalle...

—¡God ettermiddag, Bergen! —exclama a modo de saludo, reforzado por su mano ondeando en el aire.

Su improvisado noruego hace que estallen más aplausos como respuesta.

—Es un placer para mí estar aquí, en una de las ciudades más bonitas que he visitado —empieza con su voz suave—. Como muchos sabréis, el próximo mes de mayo saldrán los nuevos dispositivos de Generación Z al mercado con las innovaciones más recientes que ha desarrollado durante el último año.

A pesar de que el contenido no me importe ni lo más mínimo, no puedo dejar de escuchar cada palabra que pronuncia con toda la atención que soy capaz de prestar y, de repente, comprendo que todos los motivos que me han hecho alejarme de él y mi hogar durante cinco años parecen muy lejanos y ridículos.

Al final, sin despegar mi vista de él en ningún momento durante más de una hora, en la que explica junto a sus compañeros algunas de las novedades que pronto saldrán a la venta, da el acto por finalizado con una gran sonrisa y enviando besos con sus manos a la audiencia. Posteriormente, mientras las luces del auditorio se encienden y él está saliendo del escenario, desde la lejanía de mi asiento, percibo un gesto de molestia disimulado por su parte que hace que se palpe el pecho antes de desaparecer por completo de mi campo visual.

Allí es donde se encuentra la marca de la flecha que le corresponde conmigo.

Esa mueca me hace reaccionar, así que cojo mis pertenencias y me dirijo a la zona frontal rápidamente. No encuentro ninguna señal que me indique cómo puedo acceder a la zona de camerinos, por lo que me desvío hacia los baños de la planta baja y avanzo por los pasillos del gran auditorio.

Deambulo por los corredores con desesperación hasta que, por instinto, creo que me hallo en una de las zonas cercanas al escenario, puesto que veo directivos y mujeres y hombres trajeados cargando con maletines y ordenadores de la marca Generación Z.

Cupido S. A.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora