Me despierto en la cama de mi habitación a causa de la luz que traspasa directamente el ventanal que tengo frente a mí. Ahora bien, no es hasta que abro los ojos cuando me percato de que la luminosidad pasa con dificultad a causa de unas cuantas nubes. Me quedo observando el paisaje y alguna que otra palmera que se mueve con el viento desde el colchón, envuelta en mis sábanas e intentando convencerme a mí misma de que estoy viviendo una realidad.
Decido, finalmente, ponerme en pie y dar por iniciado mi día. Me alzo, me aseo y me visto con un pantalón ancho de color azul y un top blanco que hallo en el armario de la hermana de Connor. Por suerte, tenemos más o menos la misma complexión, por lo que su ropa me encaja perfectamente y su calzado también, aunque en el segundo caso quizá tenga una talla de más. Pero, bueno, dentro de lo que cabe, mejor que sobre.
Tras un par de vacilaciones, determino que lo mejor es que me recoja el cabello en una cola alta. Así lo hago y, para acabar, me pongo las gafas y bajo las escaleras siguiendo el sonido de alguna canción caribeña que suena cada vez más fuerte. Esa música me hace atravesar el salón y la sala de estar hasta una estancia enorme y perfectamente equipada: la cocina. Connor está de espaldas a mí, vestido con unas bermudas, una camiseta azul cielo y unas chanclas, moviendo levemente la cabeza al compás de la canción a la vez que cocina.
Admiro y saboreo esta imagen tan inusual durante unos instantes y alzo la voz por encima de la música para anunciar mi presencia diciendo:
—¡Buenos días!
Él se gira de repente y me mira con sorpresa.
—Buenos días —responde al mismo tiempo que, tras lavarse las manos, se dirige al otro extremo de la sala para coger el móvil y bajar el volumen—. ¿Has descansado bien?
—Por supuesto —afirmo volviendo al tono normal—, ¿y tú?
—¿Quién no dormiría bien escuchando las olas del mar? —cuestiona retóricamente con una sonrisa—. Por cierto —se planta delante de mí y me mira con seguridad—, este conjunto te queda muy bien. Te veo más calmada y... —busca la palabra adecuada— ¿no estresada?
Pongo los ojos en blanco brevemente, pero le sigo el juego.
—Tú también estás distinto —declaro haciéndole retroceder unos pasos a medida que voy acercándome a él con zancadas firmes hasta llegar a una silla.
Tomo asiento en ella y miro cómo me ha seguido con la mirada.
—¿Cómo? —pregunta como si no supiera de qué hablo.
—Pues, no lo sé —titubeo sin saber cómo seguir—. Diría que estás más tú. —Frunzo el ceño porque creo que no me he expresado con claridad y agrego—: Creo que me estás mostrando cómo eres realmente, bajo todas esas capas de profesionalidad y responsabilidad del primer día. —Dejo ir una risa nerviosa y él se aproxima más a mí—. Lo más seguro es que esté diciendo tonterías, pero me resulta difícil, nuevo y atractivo todo esto —niego con la cabeza.
Se queda en silencio, observándome como si hubiera dicho una genialidad y, lentamente, se agacha y posa sus manos en mis rodillas.
—A mí también —masculla con sus ojos incesantes sobre los míos—. Y quiero que sepas que nunca he estado así con nadie... Pero —se pone de pie y, antes de volver a ponerse manos a la obra, alza una ceja de manera divertida— todavía no has visto nada.
Desayunamos crepes con chocolate hechas pacientemente por Connor, juntamente con un café con leche. Cuando terminamos, nos levantamos de la mesa de la cocina, la recogemos y la limpiamos un poco, y veo cómo se dirige hacia las escaleras.
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Cupido S. A.
Teen Fiction¿Podrías enamorarte por obligación? Un día cualquiera a Irina se le presenta un tal Cupido en su casa. Este resulta ser el director de la multinacional Cupido S. A. y le explica que ella está correspondida con otra persona, pero que la flecha que lo...