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No me contesta, pero veo que ha leído mis mensajes. Simplemente le he indicado la hora y el sitio:

«Dentro de una hora. Santa Mónica, en la playa, al lado izquierdo del muelle».

Suspiro antes de poner las manos en el volante y arrancar el motor de una vez. Durante el trayecto de una hora aproximadamente que separa Riverside de Santa Mónica, enciendo la radio en una emisora al azar para intentar no pensar. Aunque es inútil, puesto que, en mi caso, la música potencia mis emociones diez veces más de lo normal.

Ya podéis imaginaros el panorama: yo llorando a lágrima viva mientras suena una canción de Lewis Capaldi y miles de pensamientos rondando por mi cabeza como si fuera un laberinto infinito. Ojalá pudiera deshacerme de todos ellos y empezar de nuevo mi vida en cualquier otra circunstancia.

No comprendo ni cómo he podido llegar sana y salva a mi destino. Supongo que será por las canciones más animadas de Dua Lipa que se han reproducido después de las baladas tristes.

Aparco el coche y me encamino, arrastrando los pies, hacia el lado izquierdo del muelle. Con las luces de las farolas de la ciudad y de las atracciones que hay encima del muelle reflejadas en el mar, me dejo caer en la arena y siento cómo mis ojos están secos e irritados. Los cierro por un momento y percibo todos los sonidos que me rodean: los gritos de las atracciones, las leves olas del mar, algún que otro motor de coche...

Minutos después, los abro y dirijo mi mirada hacia el móvil. Son casi las dos de la madrugada. Ya tendría que estar aquí.

No obstante, me convenzo a mí misma de que tengo que confiar en él. Vendrá, solo tengo que ser un poco más paciente. «Un poco» después del día de hoy no es nada. No pasa nada.

Instantes después, me giro y veo una figura oscura dando pasos hacia donde me hallo. Se aproxima a mí dando zancadas decididas.

Ha venido.

Ahora me siento un poco más segura.

Cupido S. A.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora