Desayuno en la cocina, mirando la pared que tengo en frente como si fuera lo más interesante del mundo. Mastico mis cereales de manera mecánica y mis pensamientos vagan por mi cabeza como las partículas de polvo bailando en el aire, visibles gracias a la intensa luz que se filtra por la ventana.
Ayer por la tarde todo pasó tan rápido que no he tenido tiempo a asimilarlo, pero según él, Cupido, esta tarde vendrá a recogerme para llevarme a Los Ángeles, aunque no estoy muy segura de ello dado que me encuentro en una situación muy surrealista.
Malgasto mi lunes de verano acabando la serie de ayer. Más tarde, hago un descanso para comer y me ducho porque el sudor causado por el asfixiante calor me agobia. Seguidamente, me dedico a tocar la guitarra entretenidamente en la habitación, junto a la ventana, durante un par de horas.
De repente, mis dedos dejan de coordinarse porque veo la figura rechoncha de Cupido saliendo de un coche negro. Bajo las escaleras a toda velocidad y le abro la puerta justo antes de que él pueda tocar el timbre.
—Buenas tardes, Irina —saluda.
Me dedica una sonrisa.
—Adelante, pasa —le invito. Añado—: Si me das un par de minutos para acabar de arreglarme, te lo agradecería muchísimo.
Cierro la puerta principal detrás de mí y empiezo a subir las escaleras. Él me sigue pisándome los talones, me detengo y le lanzo una mirada interrogativa.
—¿Qué? —replica con inocencia—. Aparte del amor, tengo otros hobbies y la moda y el estilismo son algunos de ellos.
Niego con la cabeza y continúo subiendo los escalones.
—Cuando algún día me veas fuera de horario laboral te darás cuenta de ello —prosigue él—. Estos trajes supuestamente formales son muy sosos, ¡ugh!
Cuando llegamos a mi habitación calla de repente y se dedica a examinarla: empieza desde la pared llena de fotos y termina posando sus ojos en mi cama y en la puerta del vestidor.
—No está mal —puntúa—, los colores morados y blancos combinan muy bien.
Frunzo el entrecejo y suelto secamente:
—Gracias.
Él toma asiento en la ventana, justo donde estaba yo hace unos minutos, y me adentro en el vestidor; me pongo una camiseta amarilla de tirantes y unos pantalones cortos tejanos.
Salgo para mirarme en el espejo y él hace un gesto de desaprobación.
—Si quieres ir con ese look tan veraniego no puedes llevar el pelo suelto, cielo.
Se acerca a mí y me recoge el pelo liso en una cola.
—Muchísimo mejor —agrega.
Suspiro, me pongo los zapatos y salimos de casa. Nos metemos en su coche, enciende el aire acondicionado en su máxima potencia y hace lo mismo con la música.
En el trayecto de una hora desde Riverside a Los Ángeles, Cupido pasa todo el rato cantando todas y cada una de las canciones con mucho entusiasmo y a todo pulmón, como si le fuera la vida en ello, especialmente en las que hablan de amor. Yo simplemente me limito a mirar por la ventanilla desde el asiento de copiloto.
El viaje no se me hace excesivamente largo, así que en cuestión de lo que parecen minutos ya estamos en Los Ángeles, una ciudad tan calurosa como el resto del estado de California.
Cupido conduce por las grandes avenidas, entre los grandes rascacielos, y se acerca a uno de los altos edificios. Detiene el coche frente una gran entrada y una mujer me abre la puerta del vehículo desde fuera.

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Cupido S. A.
Teen Fiction¿Podrías enamorarte por obligación? Un día cualquiera a Irina se le presenta un tal Cupido en su casa. Este resulta ser el director de la multinacional Cupido S. A. y le explica que ella está correspondida con otra persona, pero que la flecha que lo...