16 | Al trote y al galope.

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No entiendo como la naturaleza ha creado a las gallinas y han sido denominadas como aves sin siquiera tener el privilegio de volar. Si yo, en vez de tener un pelaje abundante y mis cuatro patas, hubiese sido una gallina, sería un completo desdichado. O, estaría en huelga. Y no me reproduciría, o no le daría alimento a los humanos para sus desayunos hasta que la naturaleza me otorgue andar en vuelo.

Qué interesante sería volar y hacer del baño. Con el solo propósito de molestar a los humanos que se atrevan a pisar zonas prohibidas para el caserío.

Sí, mi canal favorito me informó de tantos acontecimientos trágicos ocurrían y todos provocados por algunos seres que ni siquiera deberían de llamarse humanos. Por nuestra naturaleza, se les quiere hacer inteligentes pero, no hacen más que defraudarla.

Me preguntó qué hubiese sucedido en caso de no encontrarme con Laura, y fuese sido alguien con estos intereses desalmados quien se encargase de mí.

Hubiese encontrado el medio posible para huir de él.

O mi crianza fuese distinta.

¿Y si yo también fuese un perro de cazas?

Cancelen en ese pensamiento.

Estoy echado en el suelo del gallinero que tienen los padres de Laura en la parte trasera de su hogar. No hago más que observar su desdichada rutina ––en caso de que yo lo fuese, desdichada rutina––. Quizá ellas aman comer maíces del suelo, echarse a poner futuros críos o, simplemente el alimento a favor de los humanos, pues, es su naturaleza y desconocen lo que fuese de allá afuera de esta estructura grande de madera. Es casi como un almacén gigantesco de granja.

Que me recuerda muy bien a la vez que jugué escondidas por última vez con mis hermanos. Es tan acogedor, a pesar de que su aroma a granja no es muy valorado. Pero, toda la sensación que me transmite me hace sentir muy sereno.

Hace un momento, las gallinas estaban enjauladas. Apenas llegamos el señor Andersson las dejó salir de sus jaulas para que se alimentasen del maíz que tiró al suelo.

Emitiendo un cantar tan peculiar de él: "–– Vengan, bonitas, bonitas. A comer. Quiero sus huevos bien buenos."

Trágico. Su voz. Y además, no son bonitas. Consisten de plumas y dos patas muy singulares. Para nada son bonitas.

De momento, siento un picoteo en mi cola, esto provoca que mi cuerpo de un leve brinco, levanto mi cabeza del suelo y apenas trato de voltear siento otro, haciéndome levantar mi cola. Diviso una bola de plumas, mucho más grande que las otras gallinas, lo que se supone que podría ser el macho de entre todas ellas. Éste alza su vista al ver que mi cola sube en dirección al cielo.

La inútil ave intenta darme otro picoteo, pero no se lo permito al levantar todo mi cuerpo del suelo, y como pude, quedé frente a él.

–– ¡Hey! ––Exclamé, haciendo frente desafiante––. ¿Qué se supone que quieres hacer con mi cola?

Solté, uniendo mi entrecejo. Si hay algo que detesto que hagan, es que siquiera el aire roce mi cola.

–– ¿Qué haces tú en territorio ajeno? ––contraataca entonces, imitando un tono de voz muy singular del viejo oeste. Rápido se apresura a añadir––: Puedo picotear todo lo que se me cruce en el camino, porque éste es mi territorio. ––Esta vez usó un tono más lúgubre.

–– ¿En serio piensas que éste es tu territorio? ––Añadí, incrédulo. Éste gallo hace un par de aleteos, y por la fuerza con la que lo hace, esparció el polvillo y parte del pasto seco que hay alrededor de sus patas.

–– Y te atreves a cuestionar mis pertenecías ––replico, entonando una voz sepulcral.

–– ¿Y qué objetivo tiene todo esto? ––Inquiero, mucho más aburrido.

HASTA EL FINAL DEL CAMINO © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora