—Amy... —murmuro, mientras estoy en la camilla y conectada a los diez electrodos la mi prueba eléctrica del corazón.
— ¿Sí, Caitlín? —Pregunta, luego de que pone a funcionar el electrocardiógrafo.
— ¿Tú crees que exista la posibilidad de que yo consiga algunos indicios sobre... —trato de conectar las palabras en mi cabeza—... quién podría haber sido el antiguo portador de mi nuevo órgano? —Finalizo.
Amy está muy concentrada en la pantalla de su aparato, pero sé que se piensa la respuesta a mi pregunta, lo que me pone ansiosa al esperar tanto.
—Eres un poco terca, niña... —musita, ladeando su cabeza—. Muy difícilmente alguien consigue eso... —dice al verme a la cara. Seguro se me nota el desánimo a su respuesta, porque agrega—:... pero no es imposible. —Levanta su dedo índice, mientras teclea algunas cosas en el aparato—. Aunque si lo haces, y logras tu objetivo... debes aceptar cualquier tipo de sorpresa que te lleves con mucha habilidad y madurez. —Objeta, y arrugo mi entrecejo
— ¿De qué sorpresa hablas? —Pregunto con interés.
—Si el verdadero portador, o portadora... —se piensa algunas palabras en mente mientras entrecierra sus ojos—... es algún asesino serial... —varía y me observa, es cuando nota que mi cara ha sido como si de ver un fantasma detrás de ella se tratara—..., sea mala o buena la persona. Sea de piel blanca o negra. Sea cual haya sido su modalidad de vida, debes aceptar su pasado y tratar que eso no te perjudique tanto mental como físicamente. —Sentencia, con su mirada fija a mis ojos—. Me he enfrentado a personas que no aceptan la sola idea de que su donador sea alguien que tenga o haya tenido una tonalidad de piel distinta a la de ellos. —Cuenta, y sé que ella odia lidiar con personas así de vilmente exigentes, lo veo en su rostro—. El mundo se ha vuelto un gran desafío para quién decide enfrentarlo. Y a veces, Caitlín... —baja su mirada y busca sus palabras—, me pienso que muy difícilmente la mayoría de personas no van a mejorar. Que nunca se acabará ese lado malo. Sin embargo, sé que mientras exista la maldad, habrá aunque sea un pizca... —junta su dedo índice con el pulgar para medir—... de bondad en las personas, y viceversa. —Me mira y sonríe.
—Quizá esa pequeña parte de bondad es la que importa, ahora. —Concluyo.
—Así es... —asiente—. Aunque una persona haya sido... lo que haya sido... siempre debe importar lo bueno antes que... lo malo. Sin embargo, nunca se debe dejar de lado la verdad. —Recalca, mientras me va quitando los electrodos de encima—. Evitarse los prejuicios en un mundo donde en la cajetilla del cigarro te advierten de las consecuencias, pero aun así lo producen, no es tarea fácil. —Rueda los ojos, y yo sonrío al entender la metáfora—. Pero, fíjate cómo existen personas que no fuman. —Dice con incredulidad—. Los años que llevo no son nada comparado con las experiencias... —dice, mientras guarda los electrodos—, si mi vejez fuese eso, tendría más canas de las que hoy llevo y ya no estaría aquí... —concluye.
Me levando de la camilla y me quito la bata para ponerme mi blusa. Chester me espera del otro lado de la cortina con tranquilidad, bueno, siempre lo ha hecho así.
—Caitlín... —menciona Amy.
— ¿Sí?
—Si sabes algo... —dice mientras sale hasta su escritorio. Al terminar de ajustar mi blusa, la sigo—... mantenme informada. —Sentencia.
Yo sonrío al pensar que tendré buena ayuda en cuanto le diga lo que llevo.
—Pero... —prosigue—..., nunca te ayudé y nunca estuve informada al respecto. —Recalca—. Por si preguntan... —señala a su alrededor.
—Seguro, te lo agradezco... —digo, complacida.
Me dirijo hasta la silla giratoria donde Chester se ubica a un lado de ésta.
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HASTA EL FINAL DEL CAMINO © [TERMINADA]
Teen Fiction«La vida siempre te estará brindando una segunda oportunidad, depende de ti salir a buscarla». Chester, es un personaje canino, cuyo propósito es hacer feliz a su humana: Laura, luego de haberse encontrado con ella bajo una noche tormentosa en una e...