50 | FIN.

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— ¿Crees que pueda tener algún efecto colateral, Amy? —Inquiero.

Chester y yo vamos junto a Amy hasta su consultorio, aun no sé nada de papá. Sé que lo están tratando, pero me gustaría saber, al menos, cuando podré verlo.

Cameron pidió que Amy me atendiese de una vez porque quería salir de dudas por no tomar mi tratamiento en las últimas y más largas horas de toda mi vida.

—No lo sé. Eso lo veremos cuando evalúe tus signos vitales en el ECG, Caitlín. —Me dice, y yo sopesó su respuesta en mi cabeza, con la mirada baja.

Sé que evade decirme la verdad, aunque sé que tampoco querría decir algo de lo que no se encuentra segura. Pero, conozco a Amy, sabe que si algo sale mal podría verme afectada en muchos ámbitos.

Aun así, trato de mantener mi mente positiva. Es decir, me siento bien, solo que algo débil por no beber casi agua o comer.

Qué bueno que Aidan me ha prometido algo rico, y también traerme a Alaska. Me ha hecho tanta falta.

—Eh, no te pongas con esa cara. —Me ordena Amy—. No hemos visto nada aún y ya andas con una expresión de muerte, Caitlín. —Reprendió, entonces le hice caso y le mostré una sonrisa.

Y no porque me lo exigía, me di cuanta de que tenía mucha razón en ello. Amy es mi cardióloga preferida, por eso. Porque siempre me dice algo demasiado cierto. Sus años de experiencia, hacen lo que ella es. Y se ha convertido en un modelo admirable por mi parte. Cómo la quiero.

— ¡Eso! —Exclama Amy, con sus ojos achinados en una sonrisa más grande que la mía y de dientes descubiertos—. Así me encanta verte todo el tiempo. Y ahora tienes más motivos para hacerlo, ¿verdad que sí, Chester? —Resalta, refiriéndose a mi padre.

Él da un brinco emocionante a su favor.

Claro que lo está.

—Gracias... —musito.

Es lo que más me sale decir en ésta ocasión. Agradecer.

Ella me sonríe de nuevo a labios cerrados.

Llegamos a su consultorio y nos hace pasar a mí, y a Chester.

Intento ir al asiento frente a su escritorio, pero ella me lo impide.

—No, no. A la camilla. —Me ordena, y obedezco. Chester se queda cerca del escritorio a modo de espera—. Salgamos de dudas. —Me indica, y más nerviosa me pongo—. Caitlín... —me llama Amy en un tono reprensible, inmediatamente la observo y con su mirada hace un ademán del cual me indica que noto mi estado.

—Lo siento... —me disculpo. A ella no le gusta para nada que en éstas pruebas me decaiga, según ella, puede interferir en mis resultados.

—Ay, mi niña. —Dice ella, expulsando aire de sus pulmones, resignada. Yo sonrió al pensar en el calificativo con el que me llamó.

Al cabo de unos minutos en que pudiese calmarme, Amy se anima a colocarme los electrodos en mi pecho, una vez que me haya quitado mi blusa y sujetador.

—Podemos cambiar el tratamiento si esto lo indica. —Comenta Amy—. De lo contrario, seguirás con el mismo. —Dice, y enciende el aparato electrocardiógrafo, que hace su común ruido en funcionamiento, y cierro los ojos para pensar solo en cosas lindas.

HASTA EL FINAL DEL CAMINO © [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora