4. Una hermosa voz

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Lo primero que hice cuando terminó mi primer día como estudiante de primero de preparatoria fue unirme al club de música. No podía ser de otra forma, desde que mi madre me regaló mi primera guitarra cuando cumplí doce años formó a ser parte de mi vida, era lo único que me importaba.

Desde pequeño ella me inculcó el gusto por la música, llevándome incluso a tomar clases. Tuve que pasar por varios instrumentos hasta darme cuenta a los ochos años que la que más se adecuaba a mis habilidades era la guitarra. Desde ese entonces la toqué sin descanso, practicando arduamente en un intento por mejorar mis habilidades, para cuando tenía catorce años ya era capaz de componer mis propias canciones.

En secundaria también estuve en el club de música, incluso ganamos algunos premios en algunas competencias locales, y mi intención era repetir eso en la preparatoria. Supongo que lo más correcto era decir que yo desayunaba, comía y cenaba música, sino la estaba tocando la escuchaba sin descanso, siempre ocupaba gran parte de mis pensamientos.

Por desgracia, aunque fuera así, eran pocas las personas que me apoyaban en esta pasión que sentía hacia ella. Mi mamá y hermano menor siempre me apoyaron sin pensarlo dos veces, pero mi padre era otro asunto aparte. "Una pérdida de tiempo" "Otra vez estás tocando ese cochino instrumento" "Si sigues con eso terminarás como un vago" "Deja ya eso y ocupa tu valiosa mente para cosas más productivas", eran palabras que mi padre repetía hasta el cansancio las pocas veces que llegaba a estar en casa.

Obviamente nunca lo obedecí, más bien parecía empeñarme más en tocar entre él más me lo dijera. Además de mamá y mi hermano, era muy extraño encontrar a otras personas que me entendieran. En primaria había sido muy sencillo encajar, pero todo eso empezó a cambiar cuando comencé con la secundaria. Encontraban algo extraño y obsesivo mi comportamiento, no podían comprender como la guitarra y unas notas podían tener tanto impacto y ser tan importantes en mi vida. Fue doloroso darme cuenta de eso, y cuando menos me di cuenta comencé a ser más callado y retraído.

Todo empeoró cuando llegué a la pubertad y mi cuerpo y facciones comenzaron a desarrollarse. De un momento a otro comencé a volverme muy popular con muchas compañeras de clase, por alguna extraña razón me encontraban muy interesante y al parecer mi rostro era atractivo para ellas. Sin darme cuenta de esto, dejé que algunas cuantas se acercaran a mí, creyendo ingenuamente que buscaban mi amistad, o en verdad les interesaba la música como a mí. No fue así, su única intención era simplemente estar conmigo por presumir o incluso conseguir una cita.

No era divertido ni disfrutaba de jugar o lastimar los sentimientos de los demás, por ese motivo opté por borrar todo contacto con todas las personas a mí alrededor y enfocarme en lo único que sabía que nunca podría herirme: la música. Más que nunca pasó a formar parte de mí, y a volverse en todo mi mundo.

Eso cambió cuando ingresé en la preparatoria. Durante un tiempo todo se mantuvo igual, viendo como de nueva cuenta obtenía la atención indeseada de las mujeres de mi clase, y los celos por parte de los hombres opté por seguir encerrado en mi mundo donde solo había espacio para la música y para mí. Así fue hasta que un día escuché su voz.

Estaba caminando por los pasillos para dirigirme a la cafetería cuando las notas de una hermosa canción llegaron a mis oídos. En ese momento mi pequeña burbuja de encierro reventó y me regresó a la realidad. Busqué con desesperación de dónde provenía ese hermoso canto, y al descubrir a la dueña de esa hermosa voz la miré con atención para no olvidar sus facciones.

Investigué un poco con mis compañeros del club de música, después supe que su nombre era Mio y también era estudiante de primer año como yo.

— ¿Vas detrás de ella, Hyakkimaru? —Me preguntaban con unas sonrisas burlonas.

Las notas de mi corazón [Dororo AU]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora