CAPÍTVLO VII

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- Podéis respirar, la operación ha sido un éxito

Los pulmones de Ricky se desinflaron al oír las palabras de la doctora. Casi podría asegurar que la propia tranquilidad a la que no había querido sucumbir desde que Agoney entró en quirófano le había pegado una patada a su cabeza a modo de venganza, pues una aguda punzada se había alojado de pronto en sus sienes. Notó a Pablo soltar un suspiro entrecortado a causa de la sonrisa que se le dibujó en su cara.

- ¿Cómo está?

- Está estable, pero aún debemos andar con precaución, es pronto y podría haber cambios en su estado

- ¿Podemos verle?

- Aún no, le mantendremos en observación en una sala a parte estas primeras horas antes de pasarle a la UCI, entonces podréis pasar a verle sin problema en los horarios de visita

- ¿Despertará pronto? –pregunto el ojiazul temeroso.

La doctora se encogió de hombros con una mueca en los labios.

- No lo sabemos, en este caso solo el tiempo dirá

"Crono* no os va a decir nada, es un cretino, cállate", pensó Raoul, apoyado en la pared con el ceño fruncido e invisible al resto. Le daba rabia cuando los humanos hablaban de seres supremos como si fuesen cuentos o tan solo habladurías y dichos. Les habían reducido a entes inexistentes que formaban parte de una simple cultura popular. "¿Dónde quedaron los tiempos de las ofrendas en los que nos adoraban?".

Aburrido de palabrerías, se separó de la pared y comenzó a atravesar muros como si fuese una simple niebla espesa hasta llegar a la sala apartada donde mantenían a Agoney. Continuaba entubado, conectado con distintos cables a varias máquinas y la cabeza con un preciso y delicado vendaje.

Se sentó a su lado, mirándole fijamente y comprobando que, aunque la luz se había estabilizado un poco, aún se la veía muy débil. Se sentía frustrado. Tenía la posibilidad de rebuscar en toda su cabeza ahora que todo él se había ido de vacaciones a su subconsciente. En una persona normal podría hacerlo sin problema y sin que lo notase lo más mínimo, pero, si le removía los recuerdos en aquel preciso instante, los sesos del canario acabarían esparcidos por toda la habitación. No podría soportar tanta fuerza en su cabeza. Así que, de nuevo, tenía la respuesta delante pero sin ser capaz de alcanzarla.

Era una sensación repelente. El ángel de la muerte sin ser capaz de llegar a su objetivo, frenado por el insignificante muro que suponía para él un cuerpo humano.

Estaba inmerso en su monólogo interno cuando oyó a una de sus parcas sobrevolar. Él oía una voz que recitaba sin parar conjuros de protección y guía para encontrar las almas; las almas oirían un canto de sirena que haría más fácil a las parcas encontrarlas si escapaban de sus cuerpos; y los humanos vivos, si pudiesen oírla, se llevarían las manos a las orejas intentando que los tímpanos no les reventasen, ya que un agudo y chirriante ruido constante se les clavaría en el cerebro.

Se levantó de la cama y extrajo el cuchillo en forma de guadaña. Sabía que iba a aparecer. Contó dos segundos hasta que el ente blanco entró a la habitación y tomó forma humana cuando tocó el suelo. En cuanto se acercó al cuerpo inerte de Agoney, rodeó el cuello de la parca con la hoja semiredonda.

- Hola Tarik

- Mi señor —dijo sorprendido— No sabía que estaba aquí, lo siento, no pretendía invadir su trabajo

- ¿Qué haces aquí si puede saberse? –preguntó quitando la guadaña de su cuello.

- Venía a por él

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