El pinchazo en sus sienes le despertó antes que la luz del sol que se empezaba a colar a través de la ventana, iluminando la habitación. Se llevó las manos a la cabeza con un siseo de dolor. El llanto incesante de la noche anterior le había dejado echo polvo y las horas de sueño y relax le habían pasado factura.
Fue con el recuerdo de la noche anterior en la mente cuando abrió los ojos poco a poco y no notó ningún cuerpo a sus espaldas. Por un momento no quería girar hacia el otro lado, pero lo acabó haciendo con el corazón en un puño, sin saber qué se iba a encontrar o, mejor dicho, qué no iba a encontrarse. Efectivamente, la cama estaba vacía pero suspiró de alivio al verle apoyado en la ventana, con medio cuerpo hacia fuera, contemplando la salida del sol. Raoul giró la cabeza para mirarle y esbozó una media sonrisa.
- Hola
- Hola —respondió Agoney con la voz ronca y algo áspera— no te has ido
Raoul frunció el ceño.
- Eso me pediste ¿No?
Agoney se incorporó lentamente y asintió, con una minúscula sonrisa agradecida. Se apoyó en el cabecero de la cama y alisó con ambas manos la sábana blanca que le cubría, como si no supiese bien qué hacer. Le observó en silencio. Ahora, con la mente algo más despejada y con los nervios tranquilos —no sabía si por efecto del sueño reciente, por la presencia del rubio o porque ya estaba agotado—, se permitió observar mejor a Raoul. Tenía la mirada perdida en la quietud de la plaza que aún no había despertado, con los antebrazos apoyados en el marco de la ventana. Lo que más le llamó la atención fue que en las manos sujetaba un cigarrillo que llevaba a su boca de vez en cuando, dando caladas largas y lentas, como si fuese una acción mecánica que ni se percataba de estar haciendo.
- No sabía que fumabas
Raoul expulsó el humo lentamente, dejando que la columna blanca y sinuosa saliese de su boca y se ondulase hacia su nariz de una manera que le resultaría hasta sensual si no fuese por su rechazo a ese insano vicio, perdiéndose en el aire por encima de su cabeza. Cuando terminó de soltarlo, le miró.
- Hace como un par de siglos que no los pruebo, casi ni recordaba como sabían
Agoney apartó la sábana y se levantó, notando un escalofrío por el contraste de temperatura al dejar el calor de la cama atrás y acercarse a la ventana abierta. Se sentó en la mesa de escritorio que había junto a Raoul, quedando sentado a su lado. Le miró unos segundos y, antes de que volviese a dar una calada, estiró la mano y le quitó el cigarro. El rubio le miró con el ceño fruncido y labios apretados.
- No fumes –le susurró mientras estrujaba el cigarro en el pretil de la ventana para apagarlo.
- Ya te he dicho que hace siglos que no lo pruebo
- No importa, es malo igual aunque sea muy de vez en cuando, no me apetece perder a nadie más
Raoul asintió, no demasiado contento con haber tenido que dejarlo a medias. Es cierto que hacía muchísimo que no lo probaba, pero aquella noche, después de pensar una y otra vez en toda la situación que se cernía sobre ellos mientras observaba a Agoney dormir a su lado en un sueño intranquilo pero ininterrumpido, su cuerpo le pidió un simple capricho, un pequeño vicio que era capaz de calmar hasta al ángel más poderoso. Agoney se levantó de la mesa y volvió a la cama volviendo a arroparse para alejar el frío que se le había quedado en el cuerpo al destaparse, sin dejar de ser observado por el rubio. Avanzó hasta la cama y se sentó a los pies de esta.
- ¿Cómo has dormido?
- Mejor de lo que pensaba la verdad... ¿Y tú?
- No he dormido casi
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La Marca
FanfictionEl cielo y el infierno siempre tuvieron diferencias, aún así, la creación de unas normas lograron mantener durante siglos la paz entre ambos reinos. Sin embargo, si una antigua profecía se cumple, las consecuencias sobre la tierra serán catastrófica...