CAPÍTVLO XXIII

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"Y el último enemigo que será abolido es la muerte".

Corintios, 15:26.

I

Hacía horas que Agoney había salido corriendo, presa del pánico, de allí. Le vio desaparecer tras la puerta y ni siquiera hizo el esfuerzo de ir tras él. No era el momento, no querría verle cerca, bueno, no querría verle en general y él lo entendía, lo que le había confesado era demasiado fuerte para su frágil entendimiento humano. Es posible que se cerrará en sí y nunca más volviese. Sería terrible, pues le necesitaba disponible, aunque ahora comprendía que necesitaba su tiempo y su distancia.

Él también. Desde que Agoney se fue no se había movido del suelo y aún seguía rodeado de cristales que, por mucho que presionaban su piel, no lograban atravesarla, como si fuesen algodones tratando de clavarse en una pared de cemento. Estaba apoyado en sus rodillas, mirando el reflejo azul turquesa artificial que las luces del interior de la piscina le daban al agua. Había podido con él. Un simple gesto agresivo habían bastado para que Agoney le lanzase varios metros como si fuese una triste hoja seca en una corriente de aire caliente. Si eso era lo primero que había hecho sin tener ni idea de que podía llegar a hacerlo, el mismo día que descubría la verdad ¿Que no haría cuando controlarse su poder? Y lo peor ¿Qué sería capaz de hacerle a él? ¿Podría matarle? Sería casi invencible, como el propio Salem.

Raoul soltó una risa irónica. Pues claro que podría llegar a matarle, si no no sería la otra parte de la profecía. Suspiró con cansancio. No le gustaba donde estaba llegando aquella historia ni lo que aún quedaba por venir. Era todo tan difícil que hasta a él le asustaba lo negro que lo estaba viendo todo.

- Tessa ¿Tienes un momento?

- Dichosos los ojos

La voz melodiosa y femenina de la parca sonó a sus espaldas aún con el último eco de su pregunta flotando en el aire. Sin moverse de su sitio, oyó como el cristal crujía bajo los pasos lentos de la mujer que caminó hasta quedar frente a él. Su silueta se dibujó de manera tétrica bajo la luz de la luna que tapaba con su cuerpo y sus ojos nacarados miraban fijamente a su señor.

- ¿Qué ha ocurrido? –preguntó.

- Lo sabe

- ¿Puede explicarse mejor? A estas alturas ya entiendo entre poco y nada de lo que pasa con usted

Raoul dio su enésimo suspiro aquel día.

- Se lo he contado todo a Agoney, quién es, quién soy, quién era su abuela...

- ¿En serio? —Raoul asintió— ¿Por qué?

- Localicé a Átropos, me contó cosas, muchas cosas, dejó claro todo su plan y, bueno, no había otra opción que la de hablarle a Agoney sobre la naturaleza de ambos, es de justicia que tenga ese conocimiento antes de que participe en una guerra que no va a lograr eludir

- ¿Y cómo ha llegado de eso a estar tirado en el suelo comiendo cristales? ¿Una nueva dieta descubierta?

Raoul la miró con una ceja enarcada pero ignoró su tono jocoso de voz, es más, incuso lo agradeció, la sutil insolencia cómplice de su parca más leal lograba calmarle cuando todo lo demás le exasperaba.

- Se me olvidó el pequeño detalle de que la marca de Salem no se limita solo a una señal física en su espalda

Tessa abrió los ojos de par en par.

- ¿Lo ha hecho él?

- Ajá

Extendió ambas manos, pidiéndole a Tessa una ayuda que no necesitaba para poder ponerse en pie. Ella cogió sus manos y le impulsó de un tirón hasta que se levantó y quedó frente a ella, se sacudió los restos de cristales del pantalón y se giró para mirar el destrozo de la pared de cristal cruzado de brazos. La parca le miró en silencio, esperando que siguiese hablando pero, al ver que eso no iba a ocurrir, decidió hablar ella.

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