CAPÍTVLO XXIV

916 123 158
                                    

- ¿Estás de coña?

Enfadado por la mísera solución que Dios acababa de darle, Raoul se puso en pie, golpeando fieramente la mesa, que retumbó bajo sus puños. La divinidad le miró con cierta angustia en los ojos y levantó ambas manos pidiendo un poco de paz.

- Muerte, por favor, temple ¿Cuando he bromeado?

- Pues depende de cómo se mire tu palabra, a veces eres de risa

Dios resopló.

- No puedo darte otra solución, no la hay, no hay más caminos ¿La hubo cuando las plagas de Egipto? ¿Cuándo el Gran Diluvio? ¿La hubo cuando Ciro conquistó Babilonia? ¿Hubo solución alternativa cuando el declive de la torre de Babel? ¡No! ¡No la hay! Y en esos tiempos yo sí estaba en la Tierra, mi palabra es firme y fue tallada en piedra inquebrantable, lo que se dicta, prevalece en el tiempo —Dios se quedó mirando a Raoul, que había apartado la mirada y ahora la tenía perdida en el extraño mundo del exterior. Sintió una punzada de compasión al ver el velo de derrota en sus ojos, al fin y al cabo, aquello era obra suya. Se acercó a él, suavizó su tono de voz y le puso una mano en el hombro— aunque no me creas, no puedo ayudarte, no más allá de lo que ya te he dicho al menos ¿Esos sentimientos que tienes te impiden matarle? Bien, no lo hagas, pero piensa que sería mejor, un mundo sin un humano maldito, un mundo sin muerte o un mundo tomado por las Tinieblas, tú eliges

- Yo no puedo morir

- No, no puedes, excepto con él, el que porte la marca es el único capaz de ponerte fin

- ¿Y para qué mierda haces profecías peligrosas que ni tú puedes frenar?

- ¿Qué gracia tiene un experimento si no se le pone a prueba?sonrió con una suficiencia que repugnó a Raoul.

- Pero yo no soy humano, no soy parte de ese experimento ¿Por qué me metes?

- Eres un medio, una especie de daño colateral, es cierto que eres una parte activa de la profecía pero el resultado, sea cual sea, estará dirigido a la humanidad

- Te equivocas, entra en juego todo, el Cielo y el Infierno también, Átropos, Lucifer, Uriel, Miguel... Ya han movido ficha todos y ninguno es un humano

- A lo mejor es hora de que ocurra algo así y todos abandonéis la primera creación y elijáis una nueva, la humanidad ya es incorregible

Raoul permaneció callado, mirando por el gran ventanal un rato más. Desvío la mirada hacia la mano de Dios, gruesa, fuerte y pálida, que permanecía en su hombro y la apartó con cautela para ponerse en pie, dejando libre la silla. Mientras la divinidad se asomaba al exterior, Raoul caminó hacia la salida de manera autómata, como si sus piernas caminasen solas y él hubiese perdido el control de su propio cuerpo.

- Muerte –volvió a hablar Dios, haciéndole frenar.

- ¿Qué? –contestó de mala gana.

- Si piensas seguir hasta el final, toma esto

Dios se llevó las manos al cuello y se despojó de un colgante de cordón fino con una cruz pequeña y labrada, todo de plata brillante. Lo miró con una leve sonrisa unos segundos y se lo lanzó a Raoul que lo cogió al vuelo. Abrió las manos y lo observó con curiosidad. Luego levantó la mirada hacia Dios con una ceja enarcada.

- ¿Qué quieres decirme con esto?

- Es valiosa y poderosa, no es una simple joya

- ¿Y?

- ¿Piensas que tu guadaña va a matar a ese humano? —Dios negó— no mató a Salem y, aunque este chico es mortal, no matará a un descendiente que está destinado a acabar contigo, guárdala bien, la quiero de vuelta

La MarcaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora