CAPÍTVLO IX

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¡Hola!

Quería comenzar este capítulo dándoos las gracias a todxs, por cada comentario y voto aquí y por las palabras tan bonitas que me habéis dedicado en el proyecto de Ragolecturas en Twitter. No os imagináis la fuerza que dan y las sonrisas que me habéis sacado.

Todo lo que escribo, lo escribo para ustedes, pero este capítulo os lo quiero dedicar más a conciencia para hacerlo un poquito más especial, como una pequeña muestra de agradecimiento.

Sois increíbles.

¡Disfrutad de la lectura!

I

Si no fuese por la cantidad de aparatos que le rodeaban y tocaban su cuerpo, parecería que Agoney tan solo estaba durmiendo plácidamente. La respiración tranquila, los ojos relajados y el cuerpo sin resistencia.

La mujer cogió con la mayor delicadeza del mundo su mano, dejándole caricias sin parar en el dorso, recreándose en su suavidad. Aquel era un gesto que solía hacerle de pequeño, cuando algo le asustaba o enfermaba, así que, como no sabía si estaba asustado, dolorido o ambas, se apropió de su piel para intentar calmar lo que fuese que pudiese estar sintiendo en aquel momento.

Ricky, un par de pasos más atrás, observaba en silencio. Desde que les comunicaron que le habían pasado a UCI y que podrían verle por fin en los horarios permitidos, le picaba el cuerpo de ganas por poder acercarse a su amigo, pellizcarle un moflete y hablarle, que le sintiera allí con él, pero respetaba que la madre del canario tuviese ese primer momento. Estaba seguro de que, si era consciente de su alrededor, ella le haría más fuerte y más feliz.

Se acercó a la mujer con cuidado, la veía tan absorta en su hijo que no quería arriesgarse a asustarla. Apoyó una mano en su hombro de manera cariñosa y con la otra le ofreció un pañuelo de papel, pues la había oído sorber un par de veces. Ella, le miró con una pequeña sonrisa agradecida y aceptó el pañuelo para limpiar con cuidado las lágrimas que habían escapado sin su permiso.

Hasta ese momento, no había visto nunca en persona a la madre de Agoney, tan solo por las fotos que le había enseñado algunas veces. Sin embargo, teniéndola allí frente a él, no pudo evitar sonreír al reconocer en sus gestos los rasgos que el canario había heredado de manera fiel. El mismo pelo rizado y moreno, los hoyuelos al sonreír, la tendencia a la media sonrisa y la fuerza que transmitía su mirada, aunque fuese totalmente inconsciente.

- ¿Está usted bien?

- Esa pregunta es un poco redundante ¿No? –bromeó.

Y las directas. También había heredado de ella las directas.

- Tiene razón, lo siento

- Tutéame, por favor —sonrió mientras daba un suspiro, guardando silencio un par de minutos que Ricky respetó— no, no estoy bien la verdad, no es agradable recibir una llamada desde un hospital de la península para decirme que mi hijo está grave y que le acaban de operar, y encima, a las dos horas de llegar aquí, me llaman desde la isla para decirme que a mi madre se le ha repetido el ictus

- ¿Qué dices? ¿En serio?

- Dijeron que era posible que eso pasara, pero no esperaba que fuese a suceder, y ahora me siento mal estando aquí y no estando con ella y si me voy con ella me sentiré mal por no estar con Ago

- Joder, que horror, lo siento... Ella, tu madre ¿Como está?

- Aún no lo sé, me da hasta miedo preguntar, las desgracias ya podían pasar de una en una

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