La Marca

CAPÍTVLO XVII

Arrugó el ceño cuando un rayo de sol comenzó a escarbar sus párpados, como si quisiera llegar a sus pupilas para despertarle. Se desperezó sin prisa, estirando todo su cuerpo y notando una leve sensación de molestia por todo él, como si hubiese recibido alguna paliza. Se veía que tanto tiempo sin acostarse con nadie pasaba factura a la integridad física.

Con los recuerdos de la noche anterior volviendo a su cabeza progresivamente, sonrió y se giró hacia Raoul, con un poco de suerte, aún estaría dormido y podría contemplarme. Sin embargo, a su lado no encontró más que un hueco vacío y frío. Frunció el ceño de nuevo y se incorporó para mirar toda la habitación, fijándose en que ni siquiera estaba la ropa del rubio.

- ¿Raoul?

Guardó silencio unos segundos, esperando oír una respuesta o algún ruido, pero la casa le devolvió un silencio de soledad. Con una sensación que no le agradaba, desenredó las piernas de la sábana, se levantó, se puso un chándal cómodo y salió de la habitación. Miró en el baño, en la cocina, en el salón y en el balcón. Nada. Allí no había nadie. Se sentó en el sofá con lentitud, dándole vueltas a todo lo ocurrido y buscando el fallo, alguna palabra, algún gesto, algo que explicase porqué no estaba allí en ese momento.

Buscó su móvil, que lo encontró enredado en el pantalón del día anterior, tirado aún en el suelo de la habitación. Miró si tenía algún mensaje o llamada excusándose, pero las notificaciones que tenía esperando a ser atendidas no era ninguna suya. Volvió al salón, mirando en cada rincón, en las mesas, ventanas y en la puerta de la nevera, incluso en la de la entrada, buscando si había alguna nota escrita a mano, pero tampoco encontró nada. Se sentó en el brazo del sofá y entró en el chat de WhatsApp.

- Raoul
Dónde estás?
Te pasó algo?

Se empezó a toquetear por instinto el labio inferior, nervioso y algo crispado. Pasaron tres minutos y la conexión seguía sin cambiar y, lo que más le llamó la atención, ni siquiera le llegaban los mensajes, tan solo había tic como firma tras cada mensaje. Notó un vuelco en su interior "No me habrá bloqueado ¿No?" Nunca le había gustado ser insistente, respetaba el espacio personal y comunicativo de cada persona, pero aquello era una situación diferente, era casi de mala educación largarse sin dejar un solo mensaje después de haberse acostado con él, así que buscó su contacto en la agenda y llamó.

Un tono. Dos tonos. Tres tonos. Cuatro tonos...

- El teléfono al que llama esta apagado o fuera de cobertura

Colgó y soltó el móvil en la mesa. Se respaldó en el sofá sin hacen ningún gesto, despacio y con la cabeza a mil, repasando cada palabra, cada gesto y cada paso dado desde que quedaron por la tarde. Todo había ido bien entre ellos, había sido un rato increíble donde puedo comprobar que, si se dejaba ir un poco, podía ser detallista y cariñoso, no le había visto molesto en ningún momento. Si lo hubiese estado, no habrían acabado en su casa ni mucho menos en su cama. Fuese lo que fuese, había tenido que pasar desde que cruzaron la puerta de su dormitorio hasta que se quedó dormido.

"¿Acaso le presioné? No ¿No? Yo lo propuse, él aceptó y luego incluso llevo las riendas".

O tal vez no ha pasado nada y simplemente es que se ha arrepentido. Aquel pensamiento le sentó peor, pues un malentendido se podía arreglar, pero lo otro... Solo era cosa de Raoul, su cabeza y sus ganas. De pronto, una sensación de agobio le amenazó con ahogarle solo de pensar que Raoul se hubiese pensado todo mejor y ya no le interesase seguir viéndole, que se hubiese dado cuenta de que eran tan diferentes que no merecería la pena.

"Yo no quiero dejar de verle, tampoco puede dejarme así sin saber nada".

Miró el chat de nuevo, viendo que los mensajes seguían enviados pero no entregados. Cerró la aplicación, bloqueó el móvil y decidió dejarlo pasar hasta que Raoul quisiera.