CAPÍTVLO XXI

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Jamás pensó que volvería a aquel lugar y menos a aquella época.

No recordaba el Olimpo de esa manera. A pesar de que nunca fue una residencia para él, pues su lugar estaba en el Hades, lo visitaba a menudo para lucrarse de la compañía de interesantes amigos, por lo que recordaba un templo con columnas griegas, divanes y una fuente que lo presidía. Recordaba espacios abiertos, cortinas recogidas con cíngulos dorados. Todo un monte al lado para los entreno diarios de Zeus y Hércules, pero no recordaba que fuese como vivir en una nube. Sin duda aquel lugar estaba retocado por otra mano muy distinta a la de una poderosa deidad griega. Olía a hilos dorados, capricho y a quitón de lino.

Sus pasos no hacían el menor ruido, como si en aquel templo las leyes físicas fuesen distintas o simplemente inexistente. Todo parecía flotar, ralentizarse, sonar a un tempo diferente del que marcaba la propia naturaleza.

Llegó a uno de los balcones y la vio de espaldas, con su larga melena caer en cascada sobre el respaldo de un diván mientras cogía despreocupadamente uvas negras de un racimo y se las llevaba a la boca, saboreándola con lentitud. Se apoyó una columna y la observó comer otra más. Dejó el racimo en un cuenco de arcilla y se sacudió las manos. Raoul sabía que ya era consciente de su presencia, por lo que no se molestó en hacer el más mínimo ruido ni avisarla.

- Hola querida Muerte

Raoul sonrió de medio lado.

- Te escondes mejor que las cucarachas, querido Destino

- Ingenioso ¿Verdad? Pensaba que tardarías menos en dar conmigo, que tuviese que chivártelo un ángel del Cielo no era mi primera opción

- ¿Hay algo relacionado conmigo que no controles en este momento?

La Moira se puso en pie y le miró a la cara por primera vez, rodeó el diván y se sentó en la parte elevada del respaldo, mirando de frente a Raoul. Se hizo la pensativa, elevando los ojos hacia una esquina, frunciendo los labios durante unos segundos y luego volvió a mirar a Raoul con una sonrisa repelente en el rostro.

- No

- De aquí no me voy sin que hables de una puta vez

- Modera tu lenguaje, no es digno de un ángel

- No tengo el día ni la paciencia para aguantar tus aires de diosa, así que no me cabrees

Átropos le miró con detenimiento, estudiándole a fondo y poco a poco su rostro se fue iluminando de un sutil tono de satisfacción y alegría. Se cogió la melena, se la echó hacia un lado sobre el hombro izquierdo y comenzó a peinársela con despreocupación y lentitud.

- Tranquilo, ahora ya sí puedo contarte lo que quieras saber

- ¿Antes no? -Átropos negó- ¿Por qué?

- Ah, no no no, no voy a destriparte el final la historia, empieza preguntando por el principio, sé más ordenado por favor Muerte

Raoul suspiró, intentando mantener en su interior la poca paciencia de la que disponía en ese momento. Esperó unos segundos y acabó asistiendo. No parecía que la Moira fuese a salir huyendo esa vez, se mostraba muy dispuesta, pero no se quería arriesgar a volver a bajar la guardia con ella y que se la jugase de la misma manera que en aquella iglesia destartalada donde tuvieron su primer encontronazo y dónde él pensó que la había acorralado, sin embargo, acabó con la alas atadas y una mancha de patetismo pintada en su cara al tener que recurrir a Tessa para poder ser liberado.

- ¿Por qué él?

- Oh venga ya, eso ya lo sabes ¿No? -se señaló divertida la espalda, haciendo referencia a la marca de Agoney.

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