Las aventuras de la tercera generación no se limita solo para los más grandes, ahora los más pequeños ya no lo son tanto y empezaran a ver un mundo lleno de posibilidades a los que tendrán que enfrentarse, mientras los mayores deberán emprender nuev...
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Para ser la última hora de clase Vilu estaba muy aburrida y cómo no estarlo, para ella la geometría resultaba aburrida, tediosa y sin dudas una pesadilla que no parecía acabar nunca, para su suerte tenía a Mary Land a su lado para distraerla.
—Recuérdame no querer ser arquitecta, estos catetos no tienen ni pies ni cabeza.
Vilu sonríe con diversión antes de seguir escribiendo las fórmulas que debe memorizar para el siguiente examen.
Luego de su episodio de maltrato las cosas habían mejorado y ella había decidido tomar el consejo de Altais. Sí, ella no era una bruja, pero no por eso iba a dejar de ser una Malfoy. Los Malfoy después de que su madre se unió a la familia dejaron de ser sangre pura, pero eso no los había matado o desprestigiado; ser un Malfoy significaba ser orgulloso de su familia, ser el mejor en todo lo que se fuera parte y si ella era una squib, pues sería la mejor squib de la historia.
Entre su tristeza por no tener magia y el utilizar la mayor parte de su energía en tratar de ocultarlo a su familia había provocado que olvidara quién era ella, sus aptitudes y talentos. Violeta ha terminado de llorar en los rincones e iba a disfrutar de Elly y Cissy el tiempo que les quedaba con ellas y cuando se fueran sería feliz por ellas.
—Ahora voy a entregar sus notas y, por cierto, la señorita Malfoy ha obtenido la calificación perfecta, felicidades.
Vilu se pone de pie dispuesta a tomar su prueba mientras camina con la seguridad y elegancia que desde pequeña la ha caracterizado e incluso choca "sin querer" a una de las matonas que intentó volver a hacerle daño si no fuera porque ya no encontró a la decaída y débil Vilu, y nunca volvería a encontrarla.
—Felicidades señorita Malfoy.
—Gracias.
Su amiga, con lo extrovertida que es, empieza a aplaudir y silbar haciendo que las mejillas se le calienten, aunque no puede evitar sentirse orgullosa de sí misma.
—Señorita Wagner, no está en un partido.
—Cortan mi libertad de expresión.
Las demás chicas se ríen antes de que la maestra continué. Podía odiar la materia y ese no era motivo para poner el doble de esfuerzo para no caer en la mediocridad.
—Eres increíble, ¿lo sabías? —comenta con entusiasmo su amiga mientras caminan hacia la parada del autobús.
Cuando ambas giran para una calle que suele ser mucho más tranquila de inmediato empieza a sentirse nerviosa pese a que ha pasado por esa calle durante meses.
—Vilu, ¿sucede algo?
—Creo que debemos ir por la calle principal.
—Pero... —Mary no puede terminar porque un rayo casi la toca. —¡¿Qué fue eso?!