Las aventuras de la tercera generación no se limita solo para los más grandes, ahora los más pequeños ya no lo son tanto y empezaran a ver un mundo lleno de posibilidades a los que tendrán que enfrentarse, mientras los mayores deberán emprender nuev...
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Las bodas siempre traen caos, sin importar que tan elaboradas y planeadas están, siempre queda un pequeño margen de error que desemboca un verdadero desastre y la mañana del día de la boda de Clarissa Granger y Peter Hamilton no era la excepción, para nada.
Cuando Orión, Victoire, Leo y la bebé llegan a la pequeña finca donde se llevará a cabo la boda escuchan como está a punto de arder el mundo. En primer lugar más de una docena de personas recorre los pasillos de la casa con todo tipo de cosas en sus manos, desde bandejas llenas de copas hasta con ramos de flores de todo tipo de tamaños y luego estaban los gritos.
—¡Esto es un desastre, definitivamente esta boda se cancela! —escuchan decir en alguna parte a una muy alterada Clary.
—¿Eso quiere decir que no habrá pastel? —pregunta su hijo mirándose claramente decepcionado que haberse vestido, según él como pingüino, haya sido en vano.
—No cariño, de seguro es solo un mal entendido —responde Victoire brindándole una cálida sonrisa antes de mirarlo a él. —Te diría que fueras tú, pero parece que no puede ni con tu alma.
Orión solo le dedica una fría mirada antes de suspirar al ver un cómodo sofá donde se acomoda mientras ve como su novia y su hijo van escaleras arriba.
—Bueno princesa, parece que seremos solo tú y yo por un rato —le dice a la pequeña que empieza a removerse incomoda, siendo esa la señal de que quiere su biberón y él está más que dispuesto a dárselo si así ella se duerme un poco. Orión estaba agotado, así de simple. Lyanna curiosamente era una bebé muy enérgica en las noches y muy tranquila en las mañanas, tanto que sus padres y tíos le decían que era un angelito y que tanto Victoire como él estaban exagerando.
—Debo amarte mucho para estar dispuesto a perder mi belleza —le dice a la pequeña que solo aprieta con más firmeza su biberón. —Pero no importa mientras sigas creciendo tan bonita como lo estás haciendo.
Su pequeña bebé es preciosa, de brillantes rizos dorados con unos tonos rojizos, piel cremosa con un toque rosado y sus ojos parecía que serían del mismo tono que la mayoría de los Weasley. Desde el instante en que la vio, supo que su corazón estaba perdido, que haría cualquier cosa por ella, velaría por su bienestar y su felicidad con la misma determinación con la que había asumido su paternidad con Leo.
—Papi —. Su pequeño hijo viene corriendo con un pequeño escarpín en la mano que apenas es consciente que es de su hija. —¿Lyanna está jugando a ser la cenicienta?
—No, pero gracias por traerlo antes de que Victoire me mate —le dice a su hijo que solo se ríe mientras le coloca el pequeño escarpín a su hermana que sigue concentrada en su biberón.
—Papi, ¿Lyanna es un vampiro?
Orión mira a su hijo con sorpresa antes de negar, eso sí, quiere reírse por las ocurrencias de su hijo.