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Changbin se sentó en el escalón superior de las gradas, mirando fijamente el campo vacío. Estaba encorvado fumando un cigarrillo, acurrucado con las rodillas pegadas al pecho, tratando de mantener la mayor calidez posible. Apoyó la barbilla sobre su rodilla y se abrazó las piernas.

La noche se acercaba y el frío arañaba la delgada chaqueta de Changbin. Sabía que no podía seguir así mucho más tiempo; necesitaba un lugar nuevo, un lugar cálido al que pudiera escapar cuando no quisiera estar en casa.

Changbin tomó su teléfono, moviendo su peso ligeramente hacia un lado para mirar la hora antes de volver a guardarlo en sus jeans. 6.31pm. Su padre lo esperaba en el garaje hace horas para su primer turno.
Changbin no tenía intención de ir a ninguna parte.

No hubo mensajes nuevos, ni llamadas; nada. Su teléfono celular permaneció obstinadamente silencioso y oscuro en su bolsillo. Considerando cómo se comportaba su padre usualmente, había esperado un millón de furiosos mensajes de texto y llamadas perdidas.

Ungin ya no se iba temprano al trabajo, ahora se dedicaba a preparar el desayuno para los dos. Cuando Changbin arrastrara los pies por la mañana con dificultad, habría una taza de café a un lado junto a una pila de tostadas aún calientes. Su padre gritaba un alegre saludo desde detrás de su periódico, o mientras revisaba las cuentas.

Changbin usualmente elegía la taza de café en silencio y se la llevaba directamente arriba, ignorando por completo los intentos de conversación de su padre. Pero hasta ahora, lejos de rendirse, el hombre había permanecido inmóvil, repitiendo la rutina cada mañana.

La cabeza de Changbin se alzó cuando escuchó el sonido de pasos, desde abajo, en el metal de las gradas. Parpadeó rápidamente. Una cabeza familiar de cabello rosado estaba inclinada contra el viento, subiendo los escalones hacia él.

Miok se acomodó en el banco frío y cerró bien su chaqueta.

—Hey — gruñó, saludándola con el cigarrillo metido entre sus labios. Lo pellizcó entre sus dedos y exhaló hacia el viento, el humo le hizo llorar los ojos mientras volvía a mirar el rostro de la chica— ¿Dónde has estado últimamente? —Preguntó con voz ronca, todavía parpadeando rápidamente mientras le ardían los ojos—. No te he visto tanto por aquí.

—Yo he estado aquí. Eres tú quien no lo ha hecho.

—Siempre estás aquí, bueno —corrigió—, aquí o en cualquier otro lugar junto a esos aspirantes a animadores de circo, ¿dónde más podrías haber estado?

Ella permaneció en silencio, mirando hacia la llovizna. Él gimió al darse cuenta. —No me digas que estás juntandote de nuevo con Chuck.

—Yo... tal vez — admitió en voz baja.

—Oh, vamos, Miok —dijo—. El tipo es un imbécil. Solo sigue adelante.

—Vete a la mierda, Changbin —respondió ella, inmediatamente a la defensiva—. Estás celoso.

Changbin se burló. —¿De qué podría estar celoso? Un chico te deja embarazada, te hace creer que alguien más es el padre, te ignora por un año, y luego, al azar, comienza a acosarte para que vuelvas a hablar con él —agitó la mano en su rostro, mientras llevaba la cuenta de los hechos con los dedos—Oh, sí, estoy jodidamente celoso. Quiero conseguir a alguien así. 

—No es así, ha cambiado —insistió. Changbin solo revoleó los en silencio ojos y luego resopló—. ¿Qué te pasa hoy? Estás siendo una perra conmigo.

Él gruñó de frustración. —Si me llamas perra otra vez, te juro que...

—¿Me amenazas? —Ella levantó ambas manos, volviéndose hacia él—. No podrías, no te atreverías a hacerme nada —Ella lo miraba desafiante con los ojos entrecerrados. Respiró profundamente y se calmó.

atrapado en ámbar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora