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Changbin apoyó su bicicleta contra el costado del garaje de la casa de Felix y trotó hasta la puerta. Su pecho se agitó cuando presionó el timbre.

Nadie le abrió.

Changbin lo hizo de vuelta, manteniéndolo presionado, y luego, impaciente, comenzó a tocar cortas y repetidas veces.

Hubo un sonido al otro lado de la puerta, el cerrojo se deslizó a través, y luego apareció una mujer pequeña, elegantemente vestida, que no había visto antes. Ella levantó las cejas hacia él, no tan sutilmente levantó el brazo para bloquear el espacio abierto en la puerta.

—Uhm... —Changbin se aclaró la garganta. — ¿Señora Lee?

—Sí —dijo ella— ¿Y usted es?

Changbin tragó saliva. —Soy Changbin. Soy...

—¿Eres Changbin? —Preguntó ella, frunciendo las cejas confundidas.

—Bueno, sí...

—¿El Changbin de Felix?

—Sí.

—¿El Changbin para el que compró entradas?

—El mismo —dijo, con una sonrisa sardónica tirando de sus labios.

Sus ojos se iluminaron, arrugándose en las esquinas exactamente de la misma manera que los de Felix mientras le sonreía. Changbin contuvo una sonrisa nerviosa.

—¿Puedo pasar a verlo?

Ella saltó, dejó caer los brazos de la puerta y le hizo señas para que entrara. —Entra, entra, cariño, hace frío allí afuera. ¡Oh! Soy Yubi, por cierto, no "Sra. Lee". Te digo qué, te prepararé una taza de té y ya no tendrás frío.

Changbin la siguió hasta el pasillo, cerrando la puerta detrás de él. —Eso realmente no será necesario.

—Tonterías —dijo, le dio palmaditas en el brazo— Vamos, hagamos un poco de té de gengibre y se lo puedes llevar a Felix. Siempre se queja, pero es mágico, es bueno para su garganta, a ti también te haría bien, por esto... —señaló al aire alrededor de Changbin—, esta nube de humo que te sigue.

Él caminó lentamente detrás de ella mientras atravesaba la casa hacia la cocina en la parte trasera, que era una sala de estar acogedora, con todos sillones blandos y estanterías desbordantes, encimeras y electrodomésticos de diseño.

Una vez en la cocina, Changbin se mordió el labio y se deslizó en una silla, sin saber qué hacer con las manos. Ella lo miró un par de veces mientras revoloteaba por la cocina, pero el chico no pudo leer su expresión, y no volvió a hablar por unos minutos.

A Changbin le tranquilizaba que ella no tratara de entablar una conversación alegre, que solo siguiera revolviendo el contenido de la sartén a fuego lento, en círculos. La cocina se llenó con el aroma de jengibre hirviendo, picante con un ligero toque cítrico. Changbin lo inhaló profundamente, sentándose más alto en su silla mientras llenaba sus pulmones y aclaraba su cabeza.

La atrapó mirándolo con una sonrisa ligeramente engreída. —Como dije. Es mágico.

Changbin lentamente le devolvió la sonrisa, su pecho se aflojó.

—¿Cómo sabías que lo necesitaba?

Ella inclinó la cabeza hacia un lado. —Llámalo intuición de madre.

Changbin agachó la cabeza y la boca del estómago se le cayó de una manera familiar. Respiró hondo, su abdomen tembló cuando lo soltó. —¿Puedo preguntarle algo?

—Por supuesto, cariño.

El término cariño se enroscó en el corazón del chico, lo que lo impulsó a continuar. —¿Cree que es posible amar románticamente a más de una persona al mismo tiempo?

atrapado en ámbar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora