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Changbin flotaba en la esquina de la sala de estar, con los brazos cruzados sobre el pecho y la barbilla en alto, con la boca firmemente en una línea sombría. Su mirada se desvió hacia la esquina opuesta, donde se encontraba su padre, sentado una vez más en su viejo sillón.

Ladeó la cabeza hacia un lado, alejando la mirada de Jaemin y Yangmi, y golpeó el pie con impaciencia contra el suelo.

Ungin se aclaró la garganta. —Changbin, ¿podrías sentarte en algún lado? Tu merodeo me está poniendo nervioso.

Changbin puso los ojos en blanco y se dejó caer al suelo, con las piernas cruzadas y una vista clara de todos los presentes.

Apoyó los codos sobre las rodillas.

Ungin se aclaró la garganta otra vez. —Bien. Entonces. Pensé que podría ser útil reunirnos, ya que esta es la primera noche que pasaremos todos juntos, y tal vez haya que hablar de algunas cosas para que estemos en la misma página.

Changbin sonrió de lado. —¿Hay algún premio por adivinar exactamente a quién se dirigirá la mayor parte de esta charla?

Ungin suspiró. —Changbin, por favor, escucha primero, ¿de acuerdo?

Changbin levantó las manos en simulada derrota.

Los ojos de Ungin se detuvieron en Changbin por un momento, una expresión indescifrable en su rostro, antes de continuar.

—Esto no va a ser fácil, va a llevar tiempo, hay que llegar a una base a la vez.

Changbin no contuvo un resoplido, porque... ¿en serio? ¿metáforas de béisbol?

Ungin cerró los ojos por un momento y los abrió nuevamente, lentamente, como si el minúsculo movimiento le estuviera causando un gran esfuerzo. —¿Changbin?

Changbin agitó una mano. —Por supuesto, continúa.

—¿Hay algo que quieras decir?

—Nada que te interese, estoy seguro —respondió Changbin, tratando de mantener la amargura fuera de su voz.

—Changbin —dijo Ungin—, escúpelo.

—Bueno. Está bien, creo que no tiene sentido que me incluyan en nada de... esto.

—¿Qué?

—No tiene sentido que esté presenciando esta charla, es todo.

—¿Por qué?

Changbin levantó los ojos al techo. —Porque van a hacer lo que quieran de todos modos. Y luego me iré. Lo que creo que no le importa a nadie.

—Oye, eso no es cierto. Eres mi hijo, por supuesto que me importa lo que pienses. —Changbin levantó las cejas con incredulidad. Dando una pequeña burla y bajando la mirada hacia las rasgaduras de sus jeans, negándose a mirar a los ojos a su padre—. Sin embargo, creo que hay algo que debe aclararse más pronto que tarde. Tú y Jaemin resolverán lo que sea que tengan que resolver.

Jaemin levantó la vista, con los ojos muy abiertos al escuchar su nombre. Changbin se congeló, sus hombros se tensaron y apretó las puntas de los dedos en su regazo. —Jaemin es un deportista, yo soy un marginado de la sociedad ¿necesito decir más?

—Sí, de hecho sí —dijo Ungin con calma.

Changbin dirigió sus ojos a Jaemin, quién estaba evitando cuidadosamente su mirada, con la barbilla hundida hacia su pecho pero los ojos mirando alrededor de la habitación.

Changbin se encogió sobre sí mismo. —Simplemente me jugó una estúpida broma en primer año —dijo con firmeza—. Él y el resto de su alegre banda de trogloditas.

atrapado en ámbar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora