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Changbin extendió su brazo sobre la hierba con frustración, lamentando, no por primera vez, el hecho de que fumar fuera una actividad al aire libre. Entornó los ojos con rabia y empujó sus gafas de sol más arriba de su nariz, deseando que la nube se moviera un poco más hacia la derecha para ofrecerle algo de sombra que lo aliviara del calor.

Había estado disfrutando de un descanso no programado, y no del todo permitido, en el césped al lado de las gradas, fumando un cigarrillo sin hacer nada mientras consideraba con qué colores teñiría su cabello próximamente. Lo estaba disfrutando, es decir, antes de que el sol decidiera hacer acto de presencia. Éste hacia que todo pareciera más difícil, que sus jeans ajustados negros se volvieran incómodos, que sus botas comenzaran a transpirar y su beanie le hiciera picar la nuca. Sin mencionar la luz que se reflejaba en sus diversas perforaciones, casi cegándolo en el reflejo de su teléfono.

Era, considerando todo, una pesadilla absoluta. Un chillido agudo sonó desde abajo en el campo de fútbol. Changbin gruñó. Aparentemente, la aparición del sol también significaba que las porristas tenían su práctica en el campo.

Jodidamente genial.

Se apoyó sobre un codo y miró con desdén mientras bajaban a la pista y comenzaban a calentar. Lentamente arrastró el cigarrillo entre sus labios, mirando ahora con diversión mientras el enjambre de uniformes rojos y blancos se acomodaba en una variedad de formas completamente inimaginables.

Y luego, como si el universo estuviera conspirando contra él (¿alguna vez sería capaz de fumar un maldito cigarrillo en paz?) En los pequeños altavoces encima de él empezó a sonar una canción pop. Se dejó caer sobre la hierba con un profundo suspiro, buscando con su mano su bolso. Abriendo el cierre, escondió con cautela una bufanda de seda que sobresalía de uno de los bolsillos delanteros, antes de buscar sus auriculares. Los desenrolló y se los puso rápidamente, sabía que ese tipo de "música" era contagiosa.

Presionó play, cerró los ojos y silenció el mundo. Finalmente, podría perderse en un glorioso mundo de humo embriagador y chicos atractivos empuñando guitarras.

💛

Changbin se despertó con un golpe en el brazo, seguido de unas manos quitandole los auriculares de las orejas.

—¡Hey! —Ladró, luchando por sentarse mientras se desenredaba de los cables de sus auriculares.

Miok se paró frente a él, con los brazos cruzados sobre el pecho y el cigarrillo entre sus elegantes dedos, levantando las cejas hacia él.

—Perra —murmuró—. Estaba bastante feliz allí, gracias.

—¿No ibas a invitarme? —Preguntó ella—. ¿Acabo de pasar una hora escuchando al profesor divagar sobre su mierda aburrida mientras tú estuviste aquí todo el tiempo? ¿No podrías haberme enviado un mensaje para que también pudiera saltarme la clase?

—Lo siento mucho —respondió Changbin. Se movió ligeramente, mientras buscaba su paquete de cigarrillos aplastado en el bolsillo de sus jeans. Llevó uno entre sus labios—. Estaba ocupado. No pude enviarte un mensaje. No tuve tiempo.

Miok se burló ligeramente. —Sí, bien. Lo que sea. —Se acomodó en la hierba junto a Changbin—. Te entristecerá mucho escuchar que te perdiste otra presentación fascinante de los bailarines en el almuerzo —continuó, arrancando el pasto de alrededor de sus pies—. Siguen logrando ponerse cada vez más patéticos. No sé cómo lo hacen. Debe ser un don.

Changbin se encogió de hombros. Realmente nunca había pensado mucho sobre aquel grupo alegre. En general, trataba de mantenerse lo más alejado posible de ellos. Estaban tan odiosamente entusiasmados con todo que era agotador.

atrapado en ámbar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora