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Changbin regresó caminando a su casa, aturdido. Mantuvo su mirada resueltamente hacia adelante, parpadeando rápidamente contra el aire fresco que pasaba rápidamente y concentrándose en el borrón de la acera gris. Sus respiraciones salieron en pequeños jadeos de aire, repitiendo las mismas palabras a medias una y otra vez con cada impulso de sus piernas, "solo sigue adelante".

Apretando los dientes, una vez en su casa, caminó con las piernas temblorosas hacia la puerta. Entró, haciendo una pausa para escuchar.

La casa estaba en silencio.

Felix todavía debía estar dormido.

Sin estar seguro de si estaba contento o molesto, o de tener siquiera alguna idea de cómo demonios se sentía respecto a algo, Changbin suspiró y se dirigió a la cocina.

Se preparó una taza de café y la bebió en los escalones del pórtico de la casa, alternando sorbos de cafeína ardiente y largas y lentas caladas a un cigarrillo. Se acurrucó alrededor de la taza de café en busca de calor, pero la pequeña nube de vapor hizo poco por disipar el frío.

El tiempo pasó, la taza de café vacía se enfrió en sus manos.
La puerta principal se abrió detrás de él, pero no se dio la vuelta, solo dejó que los pasos se le acercaran.

Un par de manos pequeñas y gentiles le cubrieron los hombros con una manta. Luego, Felix se sentó en los escalones, envolviendo un brazo alrededor de sus hombros.

Los labios del pelinegro se torcieron en una cálida sonrisa cuando notó que el chico llevaba una de sus sudaderas, (cuyas mangas, por cierto, le quedaban algo cortas) y que su cabello estaba desordenado.

El pecoso se inclinó para presionar un suave beso en la mejilla de Changbin, éste levantó una mano para evitar que se retirara, acercándolo para besarlo adecuadamente en la boca.

—Mmm —Felix tarareó contra sus labios—, sabor a humo.
—se echó hacia atrás con una sonrisa y observó a Changbin resoplar. —¿Cómo está tu papá?

—Él... despertó, supongo —respondió, encogiéndose de hombros, mirando a la calle.

La cara de Felix se iluminó y extendió la mano para agarrar la ajena, con los ojos arrugados en las esquinas.

El estómago de Changbin se retorció y resistió el repentino e inesperado deseo de retirar su mano de su agarre.

—¿Regresaste a buscar sus cosas? —preguntó, comenzando a levantarse—. Me iré para que puedas volver con él.

Changbin sacudió la cabeza con un tirón. —No, yo… —la sacudió otra vez y extendió la mano para presionar sus dedos sobre su frente. —No voy a volver allí.

Dejó que su mano se arrastrara hasta su oreja y giró distraídamente uno de sus piercings.

—¿Hablaste con él?

Changbin suspiró exasperado. —No.

—Entonces —dijo, luego se detuvo, presionando sus labios en confusión. —No hablaste con él, ¿simplemente te fuiste? Se despertó y tú... te fuiste.

—Sí, Felix —dijo Changbin, tratando de mantener la mordida fuera de su voz—. Se despertó después de días en coma y me fui.

Felix hizo una pausa.

El pelinegro casi podía escuchar los engranajes zumbando en su cerebro.

—Pensé que habías dicho que querías hablar con él.

Changbin apretó los dientes juntos. —No es tan simple.

—Puede ser —dijo Felix brevemente—, pero tienes que empezar por algo.

atrapado en ámbar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora