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Changbin se despertó a la mañana siguiente con un cuerpo caliente presionado contra su costado y respiraciones constantes calentando su cuello.

Abrió un ojo, inclinando la cabeza hacia un lado para que las suaves hebras del cabello de Felix rozaran su mejilla. Pasó la mano por su espalda desnuda, con una sonrisa en los labios al recordar la noche anterior, cómo se las había arreglado para hacerlo entrar a escondidas y cómo lo había arrastrado, de la mano, hasta su habitación. Donde se habían derrumbado sobre las mantas, con el acuerdo tácito de que no tener las camisas puestas para poder sentirse un poco más cerca.

Unos suaves pasos descendieron las escaleras y sus ojos se abrieron de golpe. Un nudo de irritación se retorció en su estómago, su mandíbula se apretó. Cerró los ojos y respiró por unos momentos, tratando de concentrarse en el latido del corazón de Felix contra su costado, en su propio pequeño mundo de calor y paz entre las mantas.

Changbin dejó escapar el aire en sus pulmones en una gran ráfaga y se movió para presionar un beso corto y seco en la esquina de la boca de Felix. El pecoso emitió un leve murmullo de aprobación, empujando su nariz contra la del pelinegro antes de quedarse quieto una vez más.

Changbin se apoyó sobre su codo, la tensión se aflojó en su rostro lo suficiente como para caer en una suave sonrisa. Golpeó la barriga de Felix. —Felix, amor, hay que levantarse.

Felix sonrió, con sus ojos aún cerrados, y murmuró: —Me has llamado amor.

—Yo... —Changbin se congeló. Hubo una pequeña sacudida en sus entrañas y se apartó.

—Me gusta —dijo Felix suavemente, abriendo los ojos para encontrarse con la mirada vacilante de Changbin.

El pelinegro se hizo abruptamente consciente de todo su cuerpo, de lo cerca que estaba Felix, de cómo la casa estaba llena de gente desconocida. De repente, todo el peso de la situación le cayó sobre su pecho y no pudo concentrarse en nada más que en lo atrapado que estaba en su propia habitación, en su propia casa.

Se tambaleó para sentarse, pasándose una mano por el pelo.

—Espera, ¿qué pasa? —Preguntó Felix con cansancio y confusión en su mirada.

—Nada, nada —dijo, esforzándose por darle una sonrisa tranquilizadora. Se desenredó de las extremidades ajenas y se puso de pie. —Solo necesito una ducha y café. Yo solo... Sí, iré a ducharme.

Retrocedió hacia el baño, lejos de la expresión confusa de Felix. Cerró la puerta, tratando de abrir el agua antes de recostarse contra la pared.

Era demasiado.

Se quitó la ropa interior y se agachó bajo el agua, bajando la temperatura y levantando la barbilla para enfrentarse a la ducha. Se frotó la piel, los pensamientos corrían en círculos por su cabeza hasta que se sintió mareado.

Ni siquiera se había percatado antes.

Era demasiado.

Demasiado sofocante.

Cerró los ojos y dio un paso atrás hasta que todo lo que pudo oír fue el golpeteo del agua sobre los azulejos.

💛

Empujó la puerta de su habitación con temor, con una toalla apretada alrededor de su cintura y agua todavía goteando de las puntas de su cabello sobre su espalda y hombros. Felix estaba sentado en el borde de la cama, usando solo sus jeans.

Estaba mirando al suelo, su espalda era una curva suave a la suave luz de la mañana. Changbin observó su expresión preocupada, la presión de sus labios, la inquietud en sus ojos.

atrapado en ámbar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora