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Segundo capítulo de la maratón navideña <3
Que lo disfruten uwu


Changbin no sintió pasar el tiempo mientras se abrazaban, intercambiando suaves besos y caricias. No se pronunciaron más palabras, no hubo necesidad, solo zumbidos silenciosos presionados en los labios que llenaron la habitación con sonidos de seguridad, deseo y completa satisfacción.

Felix mantuvo sus brazos cerrados alrededor de la cintura de Changbin, pasando los dedos por sus costados y se acomodándolos en sus caderas, abriéndose paso bajo su sudadera y arrastrando un fuego ardiente sobre su piel desnuda.

—¿No llevas una camiseta debajo? —Felix murmuró en los labios de Changbin, su voz baja y grave, enviando un vertiginoso golpe en el estómago de Changbin.

A Changbin se le escapó una pequeña sonrisa —¿Te estás quejando?

Felix frotó sus pulgares contra la carne tibia justo debajo del dobladillo y suspiró: —Dios, no.

Se besaron, lentamente y sin pensar en nada fuera de su pequeño espacio compartido. Todo lo que se había acumulado dentro de Changbin en los últimos días, parecía haberse liberado.

Éste envolvió sus brazos alrededor del cuello de Felix, pasando una mano por su cabello. Él juntó sus labios una vez, dos, tres veces más antes de alejarse unos milímetros para acunar el rostro Felix a un lado de su cuello. El pecoso decidió inclinar la cabeza para presionar un torrente de besos a lo largo del cuello de Changbin.

El estómago de Felix retumbó ruidosamente. Changbin soltó una carcajada y dejó caer la frente sobre el hombro de Felix.

—Arruinador de momentos.

Felix arrugó la cara, avergonzado, cerró los ojos y frunció los labios para que Changbin no pudiera resistirse a darle otro beso rápido.

Felix se relajó en una sonrisa, con los ojos arrugados en las esquinas. —Supongo que nos olvidamos del desayuno —dijo, mirando con remordimiento la bandeja de la mesita de noche.

—Es solo fruta, todavía podemos comerla —dijo Changbin, arrojó las almohadas detrás de él y le hizo un gesto a Felix para que se sentara cerca del centro de la cama, el pecoso se deslizó obedientemente hacia atrás para sentarse a su lado, mirándolo a través de las pestañas.

Comieron en un silencio cómodo. Changbin estaba seguro de que debía haber una sonrisa ridícula y vertiginosa en su rostro, pero descubrió que realmente no le importaba. De vez en cuando miraba a Felix con curiosidad, el calor a su lado no era suficiente para asegurarle que estaba allí, que todo eso había sucedido.

Pasó la mirada por el delicado aleteo de las largas pestañas de Felix, contrastando de manera tan encantadora con la línea de su mandíbula y la gravedad de su voz. Su camiseta estaba arrugada y agrupada sobre sus hombros y pecho. La mano de Changbin se crispó. Quería tocarlo, quería sentirlo.

Se mordió el labio y sacudió la cabeza para sí mismo, levantando los ojos para mirar de nuevo aquel rostro estrellado en pecas. Felix se había dado cuenta, pero le sonrió con tranquilidad, demostrándole que podía mirar todo lo que quisiera.

Changbin bajó la mirada hacia sus manos. Una cosa a la vez.

Después del desayuno, se deslizaron por la cama para acostarse uno frente al otro, acurrucados encima de las sábanas.

—Gracias por ir a buscarme anoche —dijo el pelinegro en voz baja, tratando de no perturbar el aire a su alrededor.

—Estaba preocupado por tí. Y Dios, si hubiera sabido que nunca habías estado en ese bar antes, lo habría estado diez veces más. —Changbin entrecerró los ojos y abrió la boca para replicar, pero Felix volvió a hablar primero—. Sé que puedes cuidar de tí mismo, pero algunos de los muchachos de allí se veían realmente espeluznantes.

atrapado en ámbar.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora