Capitulo 10

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-Si Fernando, y por mi culpa, por mi culpa está en ese hospital, llévame rápido.
¿Por su culpa? Todo esto es muy confuso-Ya mande a pedir el auto, ya, cálmate.
-Es que si le ocurre algo me muero, no sé...
Él la abrazó contra su pecho mientras iban en el auto- Tiene un hijo, ¿por qué su padre nunca lo mencionó? Pero ahora entiendo por qué su afán en que Lucero cambie, y si tiene un hijo quiere decir que ese niño tiene un padre, ella puede estar comprometida Dios tengo mi cabeza echa una total confusión.- pensaba.

-Lucero, no tenía ni idea que tenias un hijo.
-¿Que mi padre no te lo contó?- le preguntó secándose una lagrima.
-No.
-Sí, tengo un hijo de un año y ocho meses exactamente,  parece un príncipe con sus ojos grises, se llama Iker, es precioso,  no quiero que le ocurra nada, no quiero, él es mi vida.
-Ya, todo va estar bien.- En ese momento él estaba conociendo a una Lucero diferente, nunca antes vista, una Lucero que estaba pensando en alguien más, que estaba poniendo por encima suyo a otra persona, lo ególatra lo había dejado.

Al llegar al hospital, Lucero corría como maniática por ese largo pasillo, él seguía sus pasos, le preguntó histérica a una enfermera por su hijo.
-Mi hijo, señorita, mi hijo, se llama Iker, Iker Hogaza
Madre soltera, tiene su apellido, es un Hogaza - hizo la deducción rápidamente él en su cabeza.
La enferma los guió hasta la sala de pediatría, mientras le daba el parte médico a  Lucero-  El niño tiene una infección respiratoria, logramos estabilizarlo, está en observación por si llega a tener de nuevo una crisis, por fortuna lo trajeron a tiempo, esta clase de infección puede evolucionar a una Neumonía.
-Neumonía.-Replicó ella
-Si no se tiene el trato adecuado, por eso es indispensable estar pendiente del niño, también presentó una infección en el oído, se está tratando con antibióticos.
-Tanto, para un niño tan pequeño...

Lucero entró a la habitación, se prendió de la cuna donde estaba el pequeño -Perdóname, pequeño, perdóname.
-Señorita Lucero, lo trajimos hace unas horas, el niño comenzó a...
-Clara déjame sola, muchas gracias, por favor no llames a mis padres, hazme ese gran favor.
-Está bien señorita.
-Llama a Victoria y le avisas que ya estoy con el niño.
Ella sacó al niño de la cuna, se sentó en un sillón que tenia de frente, lo cargó y abrazó...

-¿Esa es la misma Lucero que tenia esta mañana en mi oficina lloriqueando porque no quería hacer su trabajo? ¿La misma que la semana pasada hizo una pataleta por una bolsa de diseñador? ¿La inmadura, la niña consentida? ¿Quién es esta mujer? ¿Dónde está esa Barbie elaborada en plástico fino?...Fernando era espectador de esa escena, no hablaba, no pronunciaba ninguna palabra, estaba atónito y hasta incrédulo, pero ver llorando y de esa manera tan desesperada a Lucero con su pequeño, hacia que en su corazón hubiera una presión, se sentía mal.
-¿Te puedo ayudar en algo?

-Gracias Fernando y ¡NO!, soy una mala madre y eso no lo puedes reparar.
-No digas esas cosas, él es tu hijo, y veo que lo amas muchísimo, mírate como estás.
-¿No te parece hermoso?
-Se parece a ti.
-Y espera que abra sus ojos, son como mirar el cielo...
-Y dónde está el padre- Mala pregunta y sabía que había sido algo imprudente.- Cómo preguntas eso, que no ves que es evidente.

-No tiene papá. Soy madre soltera, solo somos él y yo.- Dijo muy orgullosa y levantando su frente.
-Madre soltera, la mujer hecha de poliuretano que parecía vivir en un casa color rosa de muñecas, resultó ser una de esas mujeres valientes que se atreven a ser madres solteras, estoy bastante confundido, creo que comienza a dolerme la cabeza. Algo tengo claro y es que... no sé qué voy a hacer con ella, seguir con mi plan de bajarle los humos y hacerla aterrice, pero ya veo que no hay necesitad, la Lucero que veo ahora no necesita eso... y mírala tan tierna, tan humana, sensible, tan de carne y hueso.- ¿Te puedo ayudar en algo?
-No es necesario, si quieres regresa a tu casa o a donde sea que pases la noche.
-No te quiero dejar sola- No te entiendo, desde hace unas horas estas convertido en un ser amable, en un hombre de verdad no en ese niño mandón, caprichoso que me da órdenes estúpidas en las mañanas, defínete, ¿quién eres, Fernando?- eran sus preguntas mientras regresaba a su hijo a la cuna, por ordenes de la enfermera.

Diseñame en LX díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora