Sinopsis

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Ese iris marrón intenso intimidaban a esos grandes y brillosos ojos castaños de  esa atractiva mujer, ella, ella simplemente no podía resistirse más, estaban a 32 grados pero el calor que expedía sus cuerpos era como de 40 grados,  ese guapo excéntrico engreído la tenía en sus manos, lo deseaba,  pero su razón le decía lo contrario, ese hombre la acechaba más, la acorralaba como cazador  con una gran escopeta sobre algún indefenso animal, estaba muy cerca, ella pronto escuchaba su respiración agitada,  se pegó más a la pared, él se le acercó más, sentía esos labios carnosos amenazando los suyos, su corazón latía de manera no convencional,  su sangre hervía, sus piernas comenzaban a temblar al nivel de sentirlas doblegadas, sus manos sudaban frio, ya estaba perdida, debía besarlo, era necesario, sabía que al cerrar sus ojos y unir esos labios, lo más probable es que se perdiera en ese beso y seguramente perdería el control sobre si misma- Maldito seas Fernando, provocas como ninguno, eres como  ese último chocolate que uno NO puede  comer pero el antojo puede más y terminas devorándolo salvajemente... y tú mínimo terminaras abriéndole las piernas, genial. -Pensaba ella y un gemido se hizo se presente. Él paso sus manos por esa falda color perla en busca de  un tesoro, ella dejó de pensar, se dedicaría a sentir, solo a eso – Bajó estas prendas Fernando, llevo el color de encaje de esas mismas intenciones que ambos tenemos.- Le dijo ella  con su ronca voz, jadeando.
-¿Negro? Perfecta...
-No es el lugar. Nos meteremos en problemas.
-Bonita, dime algo, ¿quieres arder en el infierno de mi cama O tocamos las estrellas de tu cielo?

Escena que vivían un par de jóvenes citadinos dentro de una oficina de fotocopiado de una prestigiosa revista de Nueva York en pleno y soleado verano. Ella Lucero Hogaza, el nombre era ideal, brillaba con luz propia por cualquier lugar donde pisaba con esos altos  tacones Jimmy Choo o los de suela roja, Christian louboutin, era algo egocéntrica, mimada, caprichosa, frívola,  dejaba a su paso una fragancia exquisita de una casa italiana BVG, que enloquecía a cualquier varón, especialmente a él, Fernando Colunga, un moreno claro que  medía casi dos metros, un personaje jactancioso,  inimaginablemente inteligente y suspicaz que para mala suerte de Lucero se cruzaría en su camino gracias a su sabio padre el señor Hogaza. Colunga sería esa persona que irónicamente doblegaría su ego, orgullo, pedantería, ayudaría un poco, solo un poco a madurar, porque ella simplemente se negaba a crecer  como mujer, estaba encerrada en su mundo superficial de apariencias, lujos y excesos o eso aparentaba, sin importarle que alguien más dependía de ella, alguien al que debería estar entregada cien por ciento, que realmente amaba más que a su vida, solo que no hallaba la manera de ser la persona ideal para él, Iker Hogaza, su hijo. Lastimosamente la bella dama  era un fracaso rotundo como madre e hija...

Luego de una Charla con Paulo Hogaza el padre de Lucero, Fernando se encargaría de hacer un logro en su vida personal y ayudarlo a él, se trazó la meta de  que exactamente en 60 días, esa preciosa mujercilla, cambiara su actitud hacia la vida, pero al verse enamorado y perdido en ella, ¿quién recibiría la verdadera lección?  Tal vez ella no era esa mujer hueca y vacía, había una idea errónea, de  hueca no tenía nada, no estaba hecha de plástico fino, era de carne y hueso, humana,  su corazón el más noble y sentimientos puros.

Diseñame en LX díasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora