Capítulo 35

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Su mirada demuestra sentimientos, preocupación, miedo y triste. Quiero llegar a él y abrazarlo, me muero por besarlo, pero tengo que controlar mis ganas, no puedo ablandarme, porque quiero saber la verdad, necesito saberla, ya no quiero vivir en la mentira, ya no quiero que me sigan ocultando cosas que necesito saber, me muero por saber...

—¿Cómo te encuentras?— pregunta cauteloso, como si tuviera miedo de mi reacción.

Asiento.

—Bien, pero me sentiré mejor cuando me digas lo que necesito saber.

Él asiente. Parece dispuesto. Sólo espero que lo esté.

—Dime que fué lo que recordaste.— me pide, al parecer Grace ya le fué con la noticia.

—Esa noche. La noche del accidente.

Veo como traga saliva, y vuelve a asentir, solo que esta vez no parece tan dispuesto.

—Esa noche...— empieza, pero luego se detiene.

—Dime Jared, por favor— le pido cuando lo veo titubear, ¿qué puede ser tan difícil de decir que tenga que darle tantas vueltas al asunto?

—Esa noche en la cabaña, estábamos cenando— comienza de nuevo— hablando normalmente, como algunas veces lo hacíamos... hasta que te dije que tenía que salir. Era de noche y tú ya sabías el lugar que frecuentaba, no querías, como siempre, así que discutimos y yo salí de la casa molesto contigo— Lo miro extrañada, ya quiero que me diga qué lugar era ese.— a un rodeo— dice como si hubiese leido mi pensamiento, y todo se proyecta en mi mente como si de una película se tratase. Es cierto, lo recuerdo ahora, esa noche discutimos por esa obsesión absurda sobre las competencias de rodeo. Justo como su padre, no lo conocía, pero él ya me hubiera contado la historia.

Su padre murió en un rodeo, tratando de superar al toro más grande y fuerte que tenían esa noche. No lo logró. Murió al caer en una mala posición cuando el toro dió la sacudida que le costó la vida.

Ahora entiendo porque no me gusta ver a Jared en esas cosas, porque me siento tan preocupada cada vez que lo veo en los rodeo.

Él quiere superar lo que su padre no pudo.

Lo miro, con las lágrimas apunto de derrarmarse.

—Esa noche yo no fuí la terca, fuiste tú.

Él se ríe sin ganas.

—Lo sé.

Entonces recuerdo a su madre.

Ella estaba ahí con nosotros, yo le pedí que fuera conmigo para detenerlo, si tan sólo no le hubiese insistido.

Trato de levantarme, pero cuando me levanto de la cama siento un mareo que hace que me vuelva a sentar.

—Quédate tranquila Samantha, no puedes esforzarte.

—Necesito aire— digo tratando de levantarme de nuevo, él se acerca a mí para ayudarme, pero yo alzo una mano para que no se acerque. Noto la tristeza en sus ojos ante ese gesto. Voy hacía la ventana y la brisa me dá de lleno en la cara.

Respiro profundamente, y volteo para encontrarlo mirándome.

—Yo fuí la culpable.

—No— dice negando, sabiendo a lo que me refiero— yo salí esa noche. No debí hacerlo. Debí hacerte caso...

—Pero yo le insistí para que viniera conmigo, tal vez ella no quería porque ya te conocía— le digo, de una forma la cuál, quiero que entienda— yo no debí insistierle bebí dejar que hicieras lo que querías, como siempre lo hacías...

Amor Sin Rodeos© (✔️) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora