Capítulo 19.-Bendición activa

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—A-Amo.

El ángel, Mikael se encuentra petrificado, mientras se encuentra de pie en la palma extendida de un colosal ser, creado en base de pura energía roja.

Flotando dentro de la cabeza de aquel colosal ser, se encuentra un chico albino, de ojos rojos, y completamente desnudo.

Mikael hace una reverencia con su cabeza tocando el piso, mientras suda nerviosamente, la presencia de su señor no es precisamente amigable.

—¿Me podrías explicar que intentas hacer? —cuestiona Zavebe—. Tomando acciones por tu cuenta ¿Insinúas que mi actuar está errado?

Mikael traga saliva, pese a que sabe que su amo es más bien benevolente con sus más allegados no puede evitar temblar ante aquella presencia, sin importar cuantos años lleve a su lado.

—Es sólo que ¿No cree que debería acabar rápido con esto? Si se extiende...

—Ese es el punto, mientras más esperanza le podamos generar, al final le mostraremos la cruda realidad, hay cosas a las que jamás podrás superar...

El rostro de aquel chico tiene una sonrisa retorcida, mientras que el corazón de Mikael dolió, ver a la persona que le brindo una mano en su mayor momento de necesidad acabar de esta forma, no es precisamente agradable.

Justo antes de que pudiese seguir hablando, una chica pelinegra se pone al lado de Mikael, aquella chica viste un uniforme de marinerita.

—Lucifer —musita Zavebe.

—No exactamente, más bien soy uno de sus muchos fragmentos ¿Sabes? Después de perder los poderes de Ouroboros me he debilitado Muuuucho —dice mientras extiende sus manos.

El chico, baja de un salto, y su cuerpo comienza a cambiar hasta el de un hombre adulto.

—Realmente has cambiado, hermanito —dice Lucifer.

Los ojos de Zavebe se vuelven de odio y con su mano desnuda la decapita, pero, aparece nuevamente detrás de él, mientras su cuerpo antiguo se desangra.

—Que cruel, ya quiero recuperar mi cuerpo para estar junto a ti —dice acariciando su barbilla—. Aunque, ¿Acaso recuerdas lo que es sentir afecto?

—Eso no es necesario, el poder lo es todo, tú mismo lo dijiste —declara caminando hasta llegar frente a Mikael.

En ese instante, Nemesis llega y hace un reverencia con su cabeza tocando el suelo, mientras que Anane se queda de pie mirando sorprendida a sus dos hermanos.

—Padre, lamentamos profundamente nuestro actuar —dice Némesis.

—...La culpa es mía, no los metas en esto —dice la niña rubia mirando decididamente a su hermano.

—Tus acciones solamente te lastimaran —musita Lucifer.

Anane, mira con melancolía a Zavebe, deseando porque en algún momento recuperase aquella sonrisa que tanto extraña ver.

Una sonrisa que ella fue incapaz de hacer volver.

—¿Y qué importa eso? —pregunta Zavebe sin voltear a ver a Lucifer—. Hay cosas que no se pueden evitar.

La pelinegra le observa con pena, ya no hay nada que pueda hacer ella por él.

—Además, la muerte de esa Lich por lo visto es algo que ese bastardo no quiere en absoluto.

—¿Por qué es necesaria su muerte? Quiero decir, es una heroína ¿No?

Ante las palabras de su subordinado, Zavebe quedó perplejo.

Crónicas de una LichDonde viven las historias. Descúbrelo ahora