Bienvenidos

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El joven príncipe se paseaba de un lado al otro de la roca del rey. Su mejor amigo Bunga, el tejón melero, estaba ahí con él. Le había pedido que lo acompañe ya que no aguantaba los nervios.

Miró hacia abajo. Muchos animales de diferentes especies estaban ahí, aguardando la llegada de los leones forasteros. Sonrió al ver a sus amigos entre ellos, quienes le devolvieron la sonrisa. Una de sus mejores amigas, Fuli, asintió dándole seguridad. Ella estaba con las demás chitas. Cosa rara en ella, que prefería andar sola. Kion apreció el gesto por parte de ella y sus demás amigos.

—Eh, Kion. ¿Por qué estás tan nervioso? —Bunga le preguntó mientras se encogía de hombros— son solo leones. Igual que tú.

—No lo entiendes. Estarán aquí bajo mi responsabilidad. Si algo malo pasa… —Kion miró el suelo con preocupación.

—¡No, no! Todo saldrá bien, te lo aseguro —Bunga apoyó una de sus patas en el hombro de su mejor amigo y le sonrió— Hakuna matata.

—Hakuna matata —Kion sonrió de vuelta.
Kion se sobresaltó en cuanto su hermana anunció que veía a Zazú acercarse. La realidad era que todos temían por el pobre pájaro, quien sin chistar había aceptado ir a las lejanías en busca de los leones. El miedo de que jamás volviera lo tenían todos, en especial, Kion. No podría vivir tranquilo si a Zazú le pasaba algo por su culpa. Respiró aliviado cuando lo vio volar hacia ellos.

—Mira, Kion —su hermana susurró.

Debajo de donde Zazú volaba, los tres pudieron ver cuatro siluetas caminando hacia la roca del rey. Kion no podía creerlo. Su plan había salido bien después de todo. Sonrió antes de bajar de la roca. En ese momento, se sintió algo nervioso. ¿Qué les iba a decir? Nunca pensó llegar tan lejos.
Zazú se posó a su lado y lo miró expectante. El príncipe agachó la cabeza en señal de saludo.

—Gracias Zazú, eres el mejor —le dio una pequeña sonrisa.

—No hay de qué, niño.

Kiara también descendió de la roca y se posicionó junto a su hermano. Le sonrió para tranquilizarlo. Sus padres no tardaron en aparecer detrás de ellos. Kion hubiese preferido que Simba y Nala dieran el discurso de bienvenida. Pero esta vez, era su turno.

Para los forasteros fue una enorme sorpresa al ver a tantos animales esperándolos. Se esperaban muchas cosas, pero jamás una bienvenida así. Con clara incomodidad en sus rostros, llegaron al pie de la roca, donde la familia real los esperaba. Miraron a su alrededor, estar rodeado de animales era algo nuevo para ellos. Algunas especies eran totalmente desconocidas. Todos aquellos vitoreaban su llegada. Eso los extrañó en cierto modo.

—Bienvenidos a las praderas —dijo Kion con una enorme sonrisa, una vez que los tuvo enfrente— Mi nombre es Kion. Y ella es mi hermana, Kiara —señaló a la leona que tenía al lado.

—Esperamos que se sientan cómodos aquí —agregó ella.

Después de decir eso, ambos príncipes se inclinaron cortésmente a modo de saludo, cosa que los sorprendió.

—Qué onda —dijo Zibu para romper el silencio. Solo recibió una mirada de reproche por parte de sus amigos— ¿Qué? Ellos saludaron.

Kion y Kiara se miraron entre sí, no se esperaban nada de eso. Las palabras del forastero provocaron que todos los animales cerraran la boca y se produjera silencio.

Disimuladamente, ambos grupos se observaron mutuamente. Los forasteros no estaban dando una muy buena impresión, aunque no les importaba en lo más mínimo. El aspecto sucio de Zibu tampoco ayudaba mucho. Este se avergonzó al recordar su tropezón en el camino hacia las tierras del reino. Obvio que sus amigos no aguantaron las risotadas, más Zazú solo se lo lamentaba. “Van a dar una mala impresión”. Había repetido mil veces.
Sin muchas ganas, se presentaron cada uno con su nombre.

—¿Qué te pasó? —Kiara soltó sus pensamientos en voz alta.

—Tienen muchos charcos aquí —Zibu respondió apenado.

Pudieron ver como ambos leones adultos los miraban un tanto disgustados, la reina sonreía forzadamente. Los dos dieron un paso adelante.

—Como dijo nuestro hijo, estamos muy felices de recibirlos aquí —ella habló con un suave tono de voz— Soy Nala, seguro ya me conocen…

—Así es. Siéntanse como en su hogar —finalizó Simba

Los cuatro resistieron la tentación de reír. ¿Cómo esperaba el rey Simba que se sintieran como en su hogar en un lugar que era totalmente lo contrario al suyo? No lo hicieron, pero ganas no le faltaban.

Kion sintió la mirada de su padre que le indicaba que tenía que hablar. Se aclaró la garganta, llamando la atención de los cuatro, quienes dejaron de mirar a su alrededor para mirarlo a él.

—Este es un día importante para todos. El día en que nuestros reinos se unieron por fin —dijo, imitando algunas palabras de Simba.

Kiara lo miró arqueando una ceja y reprimió una risita. Había ido muy lejos.

—Estuve un poco formal, ¿verdad? —preguntó él sonriendo tímidamente.

—Sí, bastante —le respondió Rani sonriendo divertida.

—Entonces, ya arruiné mi primera impresión.

Su comentario les robó unas risas involuntarias a los jóvenes.

—Bueno. Ahora nuestros hijos les enseñarán un poco lo que es nuestro reino —Simba volvió a hablar antes de dar la vuelta e irse, no sin antes agacharse cortésmente a modo de saludo.

—Ante cualquier duda, ya saben a quién llamar —Nala agregó y acompañó a Simba.

Los adolescentes quedaron solos. Se miraron entre sí sin saber que hacer o decir. Seguían siendo observados por los animales a su alrededor. En especial, los amigos de Kion. Estos estaban entre el montón y no sobresalían. Querían darle al príncipe su espacio.

Kiara se aclaró la garganta.

—Ya escucharon a mis padres. Sígannos —dijo sonriendo.

Sin oponerse, Kovu, Rani, Vitani y Zibu obedecieron. No tenían ganas de asistir a un tour por las praderas, pero si ese era el precio por ganar el orgullo de sus padres, tendrían que aguantar muchas cosas.
En cuanto desaparecieron, los animales comenzaron a hablar.

—No van a durar una semana —dijo una cebra.

—A menos que ataquen primero. ¿En qué pensaba el príncipe cuando los invitó? Yo temo por mi vida —un elefante habló, con tono molesto.

Fuli, Beshte, Ono y Bunga, quien había bajado de la roca, miraban con preocupación a los animales. Ellos no dudaban de la eficacia de su amigo Kion y escuchar que hablasen tan mal de él, no les agradaba. Por supuesto que no podían esperar mucho más de Thurston y Johari.

—Cálmense por favor —Beshte intentó suavizar la situación.

—Yo creo que Kion hará un buen trabajo con ellos —dijo Ono de repente, llamando la atención de todos los animales.

—Así es. Él es el mejor líder que existe —Bunga agregó.

—¿Líder de qué? —Thurston le preguntó ansioso— aún no es el rey. ¡Ni sabe lo que hace!

Fuli revoleó los ojos ante los comentarios. Decidió no hablar más y les indicó a sus amigos que era mejor irse. Ya les enseñaría Kion de lo que era capaz.

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