—De acuerdo, el clima no me está ayudando. Tengo que encontrar a Rani rápido... —Kion dijo para sí mismo mientras caminaba— Y... estoy hablando sólo.
El príncipe se aclaró la garganta y caminó más rápido. El lugar estaba desierto, por supuesto que cualquiera prefería andar por un lugar más agradable que ese. Por ahí solo andaban animales solitarios o con intenciones de cazar. Fuli había estado ahí varias veces y le había dicho que, hasta para ella, era realmente intimidante. Había que tener agallas para deambular por donde el anterior rey había sido asesinado.
El sol se había ocultado repentinamente, como si hubiese sabido lo que estaba a punto de pasar. No estaba oscuro debido a que era temprano, pero el sol se había ocultado tras las nubes como era regular en los últimos días. En ese momento, a Kion le provocó una extraña sensación.
Su corazón comenzó a latir rápidamente cuando el enorme agujero en el suelo se hizo presente. Kion disminuyó la velocidad a medida que se acercaba al precipicio del cañón. Sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal, aun así, tomó coraje para asomarse.
Tragó con fuerza, el lugar le daba la sensación de que resbalaría y caería en cualquier momento. Miró a su alrededor. ¿Dónde estaba Rani? Volvió a sentir como sus latidos iban más rápido. Por unos segundos pudo jurar que se oían susurros, estos recreaban la escena que había ocurrido algunos años atrás. Sacudió la cabeza, mientras se decía a sí mismo que sólo era su imaginación.
Su amiga Fuli jamás le había dicho acerca de los extraños sonidos que creía escuchar en ese momento. Pero sí recordaba vagamente haber oído algún rumor sobre voces extrañas en el cañón a los cuales no les había puesto atención. Quizá no resultaban ser falsos después de todo.
—Abuelo... espero que estés ahí arriba como dice mi papá... —murmuró él, incómodo.
Nada se oyó. Kion comenzó a impacientarse y miró el cielo. No estaba hablando solo después de todo, aunque si alguien lo hubiera visto, habría pensado que se había vuelto loco. Su padre le había dicho que los grandes reyes del pasado estaban arriba, observándolo. Luego recordó que, cuando Simba le mencionó eso, había sido en una noche que los cuatro habían pasado durmiendo afuera. Y en ese momento, aún era de día. ¿Funcionaba de esa manera también?
—Este lugar es aterrador sin duda. Pero... tengo que ser valiente. ¿No es así? —insistió él.
Nuevamente silencio.
Kion no creía mucho en esas historias. Pero sí que le gustaban, así como desde que tenía memoria amaba escuchar relatos sobre el zimwi o sobre la guardia del león. También sobre los reyes del pasado quienes habitaban las estrellas. Pero, al crecer, dejó de creerlas. Jamás de apreciarlas.
A pesar de todo, en ese momento sintió que su abuelo era la única compañía posible. No se dio por vencido.
—Escucha... me hubiese encantado conocerte. Y sé que no debe ser lindo para ti que yo eh... que Rani y los demás estén aquí. Pero... estoy seguro de que te agradarán. No son como sus padres. —se permitió sonreír.
Kion suspiró profundamente tras tomar aire. Cerró los ojos. Se sentía nervioso y algo asustado. Estaba seguro de que Rani le diría que se marcharía junto con sus amigos. Ya tenía preparado un discurso para convencerlos de lo contrario, producto de la charla que había tenido con sus amigos. Lo había ensayado de camino al cañón.
Iba a decirles que no podían irse, que todo había sido un simple malentendido y que las cosas iban a mejorar. Que todos se iban a esforzar para que estén felices. Que no podían simplemente alejarse ya que, a Bunga, Timon y Pumba les haría mucha falta Zibu, que para las leonas no sería lo mismo cazar sin Vitani, que su hermana Kiara (aunque le costaba admitirlo) estaría triste si Kovu se iría. Y él... ¿Qué pasaba con él?
Estaba claro que se sentía raro respecto a la leona pelirroja proveniente de las lejanías. Rani le había llamado la atención desde el momento en que la vio. Su cita no había salido de maravilla, pero sí que lo había disfrutado. Ella era muy diferente a las demás leonas y, debajo de ese manto que decía ser malvada por ser hija de Scar, había un alma dulce y buena. Él lo había descubierto casi desde el primer día, viendo como jugaba con los niños y, sin darse cuenta, sonreía demostrando que en el fondo tenía ganas de ser diferente.
Comenzó a revolver la tierra que tenía bajo sus patas y volvió a suspirar, esta vez con una sonrisa. Por supuesto que la extrañaría. Y mucho. Dejó salir una risita antes de mirar al cielo nuevamente.
—¿Estoy haciendo lo correcto?
Esa vez, una suave brisa acompañado de un par de hojas sopló, meciendo la melena de Kion suavemente. Él cerró los ojos y asintió con seguridad. Estaba seguro de todo, todo estaba claro en su mente. Lo único que necesitaba era que Rani llegara para poder decirle cómo se sentía. La emoción lo inundó rápidamente y, por un segundo, se olvidó de todo lo demás.
—Kion.
El príncipe se dio la vuelta, sobresaltado, como si lo hubieran despertado de una especie de trance. Dejó salir un suspiro de alivio al ver quien era.
—¡Rani! Eh... P-pensé que no ibas a venir. —le dijo con una sonrisa nerviosa. Luego sacudió la cabeza— Mira, tengo que decirte algo. Muchas cosas, en realidad. La verdad no sé por dónde empezar. Yo...
—Kion, espera.
Él cerró la boca y la miró bien. Notó que no había cambiado su expresión desde que la vio, tenía el rostro sombrío y en sus ojos podía ver una chispa de miedo. No se había percatado de eso debido a la oleada de emociones. Frunció el rostro y, preocupado, dio un paso hacia ella.
—¡No te me acerques! —chilló ella.
Acto seguido hizo algo que Kion jamás esperó que hiciera; con un gruñido lo apartó de un empujón. No fue tan fuerte como para tirarlo al suelo, pero sí para hacerlo balancearse hacia atrás.
El príncipe no podía pensar con claridad. Le parecía que tenía enfrente a otro animal y no a la callada Rani que apenas sí hablaba cuando estaba con él. La miró desconcertado.
—Rani... tranquila... —intentó decirle con voz temblorosa, pero ella volvió a interrumpirle.
—No te muevas. —murmuró ella entre dientes mientras apretaba los ojos con fuerza. Cuando los abrió, Kion se sorprendió al verlos llenos de lágrimas.
Antes de que pudiera decir algo más, nuevamente se llevó una sorpresa. Detrás de Rani aparecieron tres siluetas, que se acercaron a ella. Enseguida los reconoció y sus ojos se agrandaron. Alzó una de sus patas, como si eso lo fuera a proteger de quienes tenía enfrente.
—Chicos...
—Kion —volvió a repetir Rani sin cambiar la expresión— Quédate ahí. No lo hagas más difícil.
El príncipe buscó la mirada de Kovu, Zibu y Vitani, pero ellos no parecían reparar en él. La forma en la que avanzaban hacia Kion le recordó el momento en que los vio por primera vez aquel día que los cuatro llegaron a las Praderas. Su semblante serio con un poco de miedo en este.
Kion retrocedió instintivamente hasta que se dio cuenta del error que había cometido; estaba de espaldas al precipicio, justo en el borde de este.
Bueno... F por Kion (?) Pobrecito, qué iluso. Me identifico 😞👌
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Los Descendientes
FanfictionKion, el hijo mayor de Simba y Nala, decide invitar a cuatro forasteros, hijos de antiguos enemigos de las praderas; a sus propias tierras. Su objetivo es demostrar lo que en verdad son. De todas formas, su idea no es bien recibida por todos los ani...