Nuestra última esperanza

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—Olvídalo papá. No iré a un reino insoportable repleto de… princesitas y eso.

—Y príncipes también —Vitani remarcó con obviedad.

—Yo no me familiarizo con eso de… asistir a clase y ya sabes —fue el turno de Kovu.

—Yo oí que en las praderas hay tejones meleros. Mamá dice que son animales peligrosos que comen leones —Zibu dijo temblando.

Scar escuchó atentamente a cada uno de ellos con los ojos entreabiertos. Una vez que acabaron con las quejas, habló.

—No tienen opción, niños.

Zira asintió. Había escuchado la historia entera y no pudo estar más de acuerdo. Los cuatro no entendían como sus padres podían aceptar que se fueran a vivir con sus propios enemigos. Aquellos que, si mencionaban sus nombres, recibían mínimamente un grito. No sospechaban que, la mente maestra de Scar, había planeado algo en cuestión de segundos.

—Lo siento, Scar, Zira. Mi hijo no puede ir, tiene que quedarse aquí —la mamá de Zibu habló.

Su hijo la miró esperanzado.

—¿Por qué no? —Zira frunció el ceño.

—Porque lo digo yo.

Todos largaron un bufido. Scar volvió a hablar.

—¿Qué les pasa? ¿No ven la oportunidad que se nos presenta? Ese torpe pájaro vino a buscarlos. A ellos. ¡Por fin llegó nuestra hora de venganza! Si logran encajar en la estúpida manada de Simba y ganarse su confianza, será mucho más fácil para nosotros atacar…

—¿Atacar? —Rani preguntó confusa.

—Exacto —Zira continuó mientras caminaba cerca de Scar— Ustedes son nuestra única esperanza…

Vitani y Kovu miraron hacia arriba para encontrarse con los ojos de su madre. ¿Su única esperanza? Pensaron que, después de todo, ella sí los consideraba importantes. El rostro de Rani se iluminó.

—Si hacemos eso, ¿qué ganaremos a cambio?

Scar se encogió de hombros.

—No lo sé, un reino tal vez.

—Creo que ella se refería a nosotros… —Zibu habló con miedo.

Ni él ni sus amigos se atrevían a contestarle a Scar. Dió un salto cuando el león se puso de pie y los enfrentó.

—Lo hago por ti… Rani. Van a ir, van a pretender que sólo buscan una vida mejor, y en cuanto tengan la confianza suficiente con ustedes… —cerró los ojos y suspiró. Sus garras presionaban la tierra con fuerza— Van a sacarnos de aquí, de este patético nido de… insectos —murmuró con odio seguido de un profundo gruñido que hizo estremecer a los cuatro.

Rani miró a sus amigos, buscando ayuda, pero ninguno de los tres supo qué decirle. No querían hacerlo, pero… ¿cómo decirles que no a sus padres?

—Papá… lo siento. De verdad, pero... No iré —Rani se plantó firme ante la mirada de sorpresa de sus amigos— me gusta estar aquí con mis amigos.

Su padre la miró desafiante y un gruñido salió de su garganta. Ella retrocedió lentamente, asustada. Esos eran los motivos por los cuales jamás contradecía a su padre. Scar se acercó a ella bruscamente.

—No me contradigas jovencita —le dijo entre dientes— sabes perfectamente lo que te pasa si lo haces.

Janna y Zira se quedaron inmóviles, mirando las acciones del león totalmente inexpresivas. Los ojos de Vitani, Kovu y Zibu se agrandaron cuando vieron como Scar alzaba su pata derecha en dirección a Rani, quien simplemente cerró los ojos, esperando el golpe.

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